Omán 2025: la traición sionista que repite la Nakba
El monstruo que devora Palestina nació entre mentiras y bayonetas. En 1917, el Imperio Británico firmó su infame Declaración Balfour -un título de propiedad robada sobre tierras árabes- mientras sus cómplices sionistas preparaban la limpieza étnica de 726.000 palestinos. Hoy, ese mismo engendro colonial repite su ritual sangriento: mientras diplomáticos fingían dialogar en Omán durante la sexta ronda nuclear Irán-EEUU, descargó sobre Natanz, Fordow y Teherán su puñalada trapera. Cientos de aviones, misiles y drones, nueve científicos nucleares asesinados, instalaciones estratégicas reducidas a escombros, y el general Hossein Salami ejecutado. La hipocresía convertida en arte de Estado.
Esta entidad ocupante jamás conoció la paz. Su ADN es el del colono armado: firma acuerdos con la mano derecha mientras empuña el cuchillo con la izquierda. Lo hizo en 1948, usando el plan de partición de la ONU como cortina de humo para incendiar 531 aldeas palestinas y perpetrar la infame Nakba. Lo repitió en 1967, firmando falsas treguas antes de devorar Cisjordania. Y ahora, en junio de 2025, convierte Omán en otro Oslo -teatro diplomático para camuflar asesinatos selectivos-.
¿Qué teme la bestia? Que el mundo descubra su fraude nuclear. Mientras exige a Irán «enriquecimiento cero», esconde cabezas atómicas fuera de todo control internacional. Mientras grita sobre «amenazas existenciales», los países europeos le venden armas usadas en las masacres contra civiles en Gaza. El Tratado de No Proliferación es papel mojado cuando los verdugos visten traje de diplomáticos.
Tras cada bomba sobre Irán, brindan los chacales de Wall Street. Lockheed Martin se dispara en bolsa. Raytheon recibe pedidos urgentes de misiles. El barril de petróleo escalando a marchas forzadas, y los bancos de la City contando dividendos manchados de sangre. Mientras trabajadores no llenan sus depósitos, los amos del capital brindan en yates: cada niño palestino, cada ingeniero iraní, es convertido en ganancia bursátil.
Frente a la infamia, se alza la dignidad. Yemen cierra el estrecho con misiles caseros a barcos de israel. Irán responde con cientos de cohetes, drones y misiles balísticos que estremecen al ente sionista. «No habrá diálogo bajo bombas», anuncia Teherán mientras responde con dignidad a los ataques sionistas. La resistencia árabe, acorralada pero indomable, demuestra que hay pueblos que no se arrodillan.
Europa, cómplice con corbata de seda, vomita hipocresía. Pedro Sánchez llora por «diálogos rotos» mientras sigue comerciando con Tel Aviv por la puerta de atrás. Macron afirma que “No podemos vivir en un mundo donde Irán tenga el arma nuclear” pero los demás tenemos que contentarnos con vivir en un planeta en el que tanto Francia como la bestia sionista sí que la tengan. Alemania condena la respuesta de Irán al ataque del Proyecto colonial sionista, pero calla ante el traidor ataque de este.
La franquicia imperial en Oriente Próximo lo llama «Operación León Ascendente». Pero huele a Reich en descomposición. Un imperio que solo sobrevive sembrando guerras: si se produce un cierre del Estrecho de Ormuz, este arrastrará a Europa al colapso económico. No es guerra: es el estertor de un proyecto colonial que quema el planeta para sobrevivir.
Frente al régimen nacido del oro de Rothschild y la traición de Balfour, solo queda el deber revolucionario: boicot total, desinversión inmediata, resistencia inquebrantable. Que tiemblen los colonos. Su hora final suena desde el río hasta el mar, desde los muelles de Omán hasta los cráteres de Natanz. Palestina no es una causa: es la línea roja entre humanidad y barbarie. Y en esa línea, la neutralidad es complicidad.
Por Lidia Falcón
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Lidia Falcón O’Neill es autora de numerosos artículos, que pueden consultarse en la siguiente dirección