Pues se acabó. Ya no nos queda París. La amenaza del avance del fascismo en Europa, del que he hablado en los últimos artículos, se ha convertido en realidad. No sabemos aun si la catástrofe será completa el próximo 7 de julio, en la segunda vuelta de las elecciones, pero las disensiones y enfrentamientos de los partidos que constituyen “Le Front Populaire” – ¡qué nostalgia de nuestro Frente Popular!- hacen temer que no sean capaces de construir un muro infranqueable al fascismo de Le Pen.
La derrota universal del socialismo ha logrado fragmentar, enfrentar, banalizar, estupidizar, a las formaciones que se siguen pretendiendo ser de izquierda. No sé si el desastre será tan grave en Francia como en España, pero las informaciones que recibimos se parecen mucho a las peleas, críticas, insultos y hasta calumnias que se intercambian todos los días los dirigentes y militantes de los diversos grupúsculos populistas e impotentes que leemos en las informaciones españolas.
Preguntaba hace unos días dónde estaba la izquierda española, y las respuestas de medios de comunicación, redes sociales, admoniciones y amenazas que se han publicado e incluso nos han llegado personalmente no dejan ningún resquicio a la esperanza.
Lo que prima en el debate público, en las acusaciones entre partidos, en los comentarios de los políticos, son las críticas personales, muchas veces sobre temas falsos, los insultos soeces, las amenazas y hasta las agresiones verbales y físicas. Para acabar con la izquierda no hace falta que la derecha se esfuerce mucho. Ya se encarga la propia izquierda.
Cuando los Le Pen de Europa se multipliquen y hasta gobiernen en varios países, y en España influyan y dominen la organización política, económica, social, cultural y moral de nuestro país, podemos llorar sobre el poema de Bernardo López y no podremos repetir que todavía nos queda París…