Por Partido Feminista

¿Qué es la izquierda? II

Lidia Falcón – ¿Qué es la izquierda? – Crónica Popular

Cuando se me acumulan las críticas, las quejas y hasta los insultos por los comunicados que ha emitido el Partido Feminista sobre la crisis producida por el corona virus y la repulsa a la actuación del gobierno, me han obligado a reflexionar nuevamente sobre qué sea la izquierda en este momento y qué actuación debe tener.

Con un seguidismo – Acción de dejarse llevar por ideas o comportamientos ajenos según define el diccionario de la RAE- y una sumisión dignas de mejor causa, la izquierda de hoy, ese conglomerado de partidos, asociaciones, activistas y opinadores, que no quieren ser situados en el campo de la derecha, considera que defender la bandera roja, o al menos rosa –la tricolor republicana se exhibe poco- consiste en decir todo lo contrario de lo que defienda la derecha.

Esa sentencia de Antonio Gramsci, el gran teórico marxista italiano muerto en las cárceles de Mussolini, de que “la verdad es siempre revolucionaria” no les sirve a los dirigentes de Izquierda Unida y Podemos ni a sus militantes y votantes. Son capaces de negar la evidencia para seguir apoyando las últimas decisiones de este gobierno por equivocadas que sean. Lo cierto es que hoy tendremos que volver a definir qué es la izquierda.

Desde finales del siglo XIX los partidos que haciendo un análisis marxista de la realidad se enfrentaron al Capital se dividieron entre la socialdemocracia que se unió en la II Internacional y el comunismo que constituyó la III. Derrotados los partidos comunistas en la derrota de los países soviéticos con el triunfo del Capital, la socialdemocracia pretendió ser la única abanderada de la izquierda. Ya conocemos la sentencia de Alfonso Guerra de que “a la izquierda del PSOE no había nada”. ¿Y cuál ha sido la estrategia que ha seguido la socialdemocracia desde hace 20 años, situando el comienzo de su evolución en el triunfo del laborismo en Gran Bretaña con el gobierno de Tony Blair y su “tercera Vía”?

Sorprendentemente para sus representantes, cuando esperaban gobernar sine die al desaparecer el sistema soviético la socialdemocracia fue arrinconada por las formaciones más a la derecha. Las votaciones fueron cada vez más exiguas por una ciudadanía que consideraba que la habían defraudado. La ofensiva del Capital llevó a los partidos socialistas a ir rebajando las ventajas sociales que habían concedido a los trabajadores en los últimos 50 años. Se privatizaron los servicios públicos: la sanidad, la educación, la asistencia social, pareciéndose cada vez más el programa laborista al de los tories. Fue el triunfo del thacherismo después de desaparecida Margaret Thacher.

En España el entusiasmo popular que había concitado el PSOE se va enfriando cuando se aprueban reformas laborales que eliminan las ventajas sociales que se habían conquistado con mucho esfuerzo por los trabajadores y se derogan derechos democráticos. Del nuevo triunfo de Rodríguez Zapatero se pasa a la victoria electoral de Rajoy cuando los dos se ponen de acuerdo en modificar el artículo 135 de la Constitución para que se obligue al Estado a pagar la deuda antes que la protección social.

Es común que en todos los debates y las tertulias políticas los representantes de los sectores y partidos de izquierda inviertan el tiempo en dolerse de la maldad de los gobiernos de derecha. Como si hasta ahora no la hubiéramos conocido ni supiéramos cómo se comporta. Pero cuando se les recuerda que gobiernan porque la ciudadanía les vota, y como en el caso de Madrid durante 25 años, de modo que hora sería que la izquierda se planteara la causa de la desafección de sus antiguos adeptos no contestan nada. Las reuniones de la izquierda se han convertido en terapias de grupo para los grupos, partidos y asociaciones que sólo saben quejarse de la situación en que los han hundido la derecha.

Pero eso sí, está prohibido criticar la actuación de gobierno de los partidos que constituyen hoy la única izquierda parlamentaria. Quien se atreva, como me sucede a mí y al Partido Feminista, está anatemizado. Utilizando la comparación con las proclamas de VOX, nos han descalificado para siempre.

Poner en cuestión la actuación del gobierno del PSOE y Unidas Podemos significa ser lanzado a las tinieblas exteriores incluso por quienes han sido durante decenios compañeras de luchas y sufrimiento. Pero no se es de izquierda por el simple hecho de decirlo. Eso sería enormemente cómodo. Una ideología de izquierda se defiende en todos los momentos de la lucha e implica, sin duda, analizar con honradez la conducta y las acciones políticas de las personas implicadas en ellas, y en consecuencia reconocer las equivocaciones y no presentarlas como aciertos, ocultando datos y presumiendo de una actuación adecuada cuando se están cometiendo peligrosos errores. Eso lo hace la derecha continuamente. Lo menos que debe un gobierno de izquierda es pedir disculpas por sus erróneas actuaciones y dar muy cumplidas explicaciones de por qué se realizaron, y dimitir como única consecuencia de tales errores, sobre todo cuando se han perdido más de 10.000 vidas. Hay que aceptar, ante la obcecación de los que apoyan la coalición del PSOE con Unidas Podemos, que estos partidos políticos no son de izquierda.

Me escribe una muy conocida representante de la abogacía y la comunicación que estuvo en el Partido Comunista, “pedir la dimisión del gobierno es lo que pide vox. Pero me he leído los comunicados y simplemente me parecen muy ortodoxos de la más izquierda pero quizás me están preocupando otras cosas que ser los más de izquierda”. ¿Qué es lo que le preocupa a mi comunicante? Es de suponer que la pérdida de vidas, el aumento de enfermos, el colapso de la economía derivado de las semanas de confinamiento y paralización de la producción, y no sé por qué supone que estos problemas los va a resolver el mismo gobierno que los ha creado. Y plantear que se cree un gabinete de crisis en el que participen los partidos extraparlamentarios y las organizaciones sociales que estamos luchando desde hace décadas por defender a los más desfavorecidos no es pedir lo mismo que VOX, que como siempre el fascismo quiere un golpe militar.

La izquierda como decía Carlos París, en una muy feliz definición, “está presa del síndrome de Estocolmo”. Desprestigiado el comunismo, debilitada la socialdemocracia, hoy ya no es una tilde de orgullo declararse de izquierda. Iglesias y sus colaboradores lo han negado siempre, mi comunicante reniega de lo que fue su militancia durante la mayor parte de su vida, el remoquete de “no soy de izquierda ni de derecha” que puso de moda Podemos, la negación de la existencia de clases sociales y de la lucha entre ellas, substituida esa categoría por la de “la gente”, son las señas de identidad hoy de una izquierda que ya no es izquierda. Ni en España ni en Italia ni en Francia, pero al menos en esos países ya no presumen de serlo y no tienen a gala gobernar como si lo fueran.

Lidia Falcón. Madrid, 11 de abril 2020.

Artículo publicado en el diario digital CRÓNICA POPULAR.

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Lidia Falcón O’Neill es autora de numerosos artículos, que pueden consultarse en la siguiente dirección