Lidia Falcón: ¿Quiénes quedan al margen de la protección? – Público
Cuando la población respetable, que es la mayoría, permanece encerrada en casa para protegerse del coronavirus, los sectores sociales marginales que no la tienen no sabemos cómo sobrevivirán. En España se cuentan 30.000 personas sin techo, durmiendo en la calle, bajo los puentes, en los cajeros automáticos, en improvisadas barracas de cartones. No sé qué clase de protección han organizado las Administraciones para estas personas, a menos que se crea que son inmunes al contagio, y aún mejor, que son incapaces de contagiar dada la distancia que les separa del resto de la sociedad bien instalada. Pero lo cierto es que el Presidente del país no nos ha informado de la situación de los sin techo en esta emergencia.
Tampoco conocemos el destino de las mujeres prostituidas. Encerradas en los burdeles, los puticlubs, las casas de masaje, y marginadas en los parques y los polígonos industriales, en esta situación de alarma generalizada es de suponer que no serán requeridas por los prostituidores. ¿Y dónde irán a parar? Recluidas en sus habitaciones, sin ingresos algunos, ¿se ha previsto alguna clase de atención y recursos económicos para ellas? ¿Se supone que los proxenetas las atenderán y las abastecerán de lo necesario, o las echarán a la calle puesto que no son rentables? ¿De qué clase de asistencia social disponen? No han entrado en el relato del gobierno ni hemos oído reclamar ninguna atención a los sindicatos en su nombre. Al fin y al cabo, nunca se las menciona en los informes oficiales. Convertidas en invisibles, este gobierno de izquierda, cuyo Ministerio de Igualdad se supone que debe sentir la preocupación de proteger a todas las mujeres, no ha tenido unas palabras de tranquilidad para asegurarles la asistencia económica y habitacional que necesitan. Al fin y al cabo ya hemos visto que abolir la prostitución no entra en su programa. Por tanto, y de acuerdo con la insólita tesis manifestada por la anterior Secretaria de Empleo Yolanda Valdeolivas de que la prostituta mantiene una relación mercantil con el explotador, se supondrá que tienen algún seguro privado que cubra estas incidencias. O ni siquiera eso, simplemente no existen.
Entre los sectores de riesgo, el más numeroso, tenemos que contar a las víctimas de maltrato machista. Ese enorme universo oculto, en el que, a menos que las mujeres se encuentren ante un peligro evidente, no suelen denunciar ni las agresiones ni las amenazas de muerte con que cada día las torturan sus verdugos. Y aún en caso de hacerlo, ni la ley ni los juzgados prevén la separación inmediata de la víctima del maltratador. Si añadimos a la dejadez e indiferencia con que la Administración de Justicia atiende habitualmente a las víctimas la situación de emergencia actual, en que ni uno ni otra deben salir de casa, ellas estarán inermes sometidas al poder omnímodo del patriarca, que debiendo cambiar sus hábitos de trabajo y de ocio descargará su malhumor con más agresividad. Contando además que los juzgados advierten que se suspenden todos los juicios que no sean de absoluta urgencia, y no sé cuál es el criterio que utilizarán para decidir lo que es urgente, dos millones y medio de mujeres están hoy en situación de grave riesgo sin que el Presidente nos haya informado de qué medidas de protección y prevención se van a tomar en relación a ellas.
¿Y qué va a pasar con los emigrantes, los que solicitan refugio huidos de las guerras de Medio Oriente, los menores no acompañados, a los que el destino les ha permitido superar los innumerables peligros que les separaban del Paraíso europeo y ahora se amontonan en los infames Centros de Internamiento que los gobernantes han montado en España para no otorgarles el asilo que solicitan? Unos penan en esos nuevos campos de concentración que les han organizado las sucesivas Administraciones, tanto del PP como del PSOE, y otros, parece que la mayoría menores de edad, escapados de esas inmundas cárceles, vagan por los parques y las calles y no sé de qué manera consiguen subsistir. No he oído tampoco en las declaraciones del Presidente del Gobierno qué planes han elaborado en el Consejo de Ministros para proteger a esas personas del contagio y aún más para que no sean ellas las que contagien al resto de la población. ¿O quizá los consideran inmunes ya que han podido superar tan terribles pruebas antes de llegar a nuestro país?
Más de dos millones de personas mayores de 65 años viven solos en España. En el actual bloqueo para aislar el coronavirus no conozco los planes gubernamentales para proveerles de la comida y los enseres necesarios para sobrevivir con dignidad. Aunque la competencia de la atención social es del gobierno de las Comunidades y en alguna medida también de los Ayuntamientos, al haber aprobado por decreto que la sanidad y la asistencia social dependen exclusivamente del gobierno de la nación, el Presidente tendrá que informarnos del plan de atención a ese colectivo tan silencioso y necesitado de cuidados. No sea que, concluida la emergencia, descubramos a centenares de ellos muertos en sus casas, sin haber sido atendidos. Teniendo en cuenta que en época normal se encuentran decenas de ancianos y ancianas que han fallecido en la soledad y el silencio sin que ni vecinos ni asistentes sociales hayan sido advertidos de su desaparición, me temo que en este tiempo de crisis van a ser muchos más los abandonados.
Un país puede llamarse adelantado y democrático cuando protege a los más necesitados. Dar únicamente la consigna de permanecer en la casa, cerrando todos los comercios y negocios públicos, sin proveer de asistencia social a los ancianos que viven en soledad ni de cobijo y vigilancia a los menores y adultos que no disponen de vivienda, sin organizar la protección de las mujeres maltratadas contando con una Administración de Justicia dispuesta a cerrar sus dependencias y ni mucho menos preocuparse por la situación de medio millón de mujeres prostituidas en todas las ciudades, pueblos y carreteras del país, es una dejación de los deberes del gobierno inadmisible en un Estado que presume constantemente de democrático.
Pero ya estamos acostumbrados, lamentablemente, a que el término democracia esté vacío de contenido, limitándose a entenderlo como la convocatoria de elecciones rituales. Que, como estamos viendo, siguen eligiendo a gobiernos tan insensibles e indiferentes a las desgracias de los sectores sociales más desfavorecidos, como los anteriores.
Después todos los protagonistas y responsables de la situación del país: políticos, gobernantes, politólogos, organizaciones sindicales y sociales, se alarmarán cuando las formaciones fascistas vayan adquiriendo más aceptación entre los más pobres y marginales, a los que prometen las soluciones que ni los partidos de izquierda se atreven a implementar.
Madrid, 14 de marzo de 2020
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Lidia Falcón O’Neill es autora de numerosos artículos, que pueden consultarse en la siguiente dirección