El barco Open Arms, dedicado desde hace años a rescatar vidas en el Mediterráneo, ha vuelto a estar en el centro de la polémica. No por su actividad humanitaria, sino por el mensaje lanzado en X por Santiago Abascal, que lo calificó de “barco de negreros” y reclamó “confiscarlo y HUNDIRLO”. Sus acólitos aplaudieron la bravata como si fuera un acto de valentía, mientras la izquierda domesticada se limitó a rasgarse las vestiduras con comunicados de condena. Mucha indignación, sí, pero echamos de menos un análisis materialista y en profundidad del asunto, que es lo que vamos a intentar aquí: comprender por qué este sistema necesita cadáveres en el mar y esclavos en tierra.