Se nace mujer
Este 9 de enero se han cumplido 92 años del nacimiento de Simone de Beauvoir y el feminismo internacional y las páginas de historia y de sociedad de todos los medios de comunicación conmemoran la fecha. Lo que constituye, sin duda, un éxito de la lucha feminista en este último medio siglo.
Simone escribe su obra feminista, la más conocida y que le dio el éxito internacional, El Segundo Sexo, tan prematuramente como en 1949. Su investigación sobre varias especies animales y sus observaciones sobre la que ella consideraba que era la conducta de los diferentes tipos de mujeres, según su edad y etapas de la vida, convirtieron su obra en la Biblia del feminismo. A su éxito contribuyó, sin duda, su relación con Jean Paul Sartre al que la Academia Sueca concedía en 1964 el Premio Nobel de Literatura, aunque lo rechazó en coherencia con su pensamiento, cuya interpretación del ser humano daba una importancia capital a la libertad de acción y a la iniciativa, además de que no quería ser situado en uno de los frentes de la Guerra Fría.
El mérito de Beauvoir ha sido magnificado y convertido en un mito, aunque lo cierto es que pierde de vista el análisis materialista de la realidad. Simone sigue la escuela existencialista que adoptó Sartre, lo que no deja de ser un seguidismo propio de la dominación intelectual que siempre tuvo éste sobre su compañera. El existencialismo entonces en boga y que hoy no tiene preeminencia, abandona el marxismo para intentar explicar el devenir humano y social mediante el análisis de la condición humana, la libertad, la responsabilidad individual y las emociones, para encontrar de tal modo el significado de la vida. Ya no es la lucha de clases lo que mueve la historia humana sino las conductas privadas.
A partir de esas premisas en El Segundo Sexo Simone pone el acento en el análisis de los diferentes tipos de mujer que convierte en arquetipos, obviando las condiciones económicas en que se desenvuelven, y sin comprender que la capacidad reproductora de la hembra humana es la que convierte a la mujer en una clase explotada.
Beauvoir dedica el segundo tomo de El Segundo Sexo a analizar, con datos elementales y la poca información de la época, las peculiaridades de los tipos individuales de mujeres que convierte en estereotipos universales:
La infancia, la joven, la iniciación sexual, la lesbiana, la mujer casada, la madre. En lo que denomina la vida de sociedad inserta tanto a prostitutas y hetairas y realiza un análisis superficial de la madurez a la vejez. Y lo que es determinista, considera la conducta y el carácter femenino como una condición que afecta por igual a todas las mujeres. Es ridícula la descripción que hace de las rivalidades entre las mujeres. En realidad no conoce la construcción del Patriarcado como ideología que impone el modo de producción doméstico y convierte a la mujer en la explotada del mismo. Como dice Engels: “La primera división del trabajo que se hizo fue entre el hombre y la mujer para la reproducción de hijos.”
Beauvoir escribiendo sobre los que considera caracteres psicológicos de la narcisista, la enamorada, la mística, la mujer independiente, ignora las explotaciones económicas y las relaciones de clase. Y sin embargo, como una contradicción evidente, emite su juicio definitivo cuando afirma que no se nace mujer, la mujer se hace. Después de haber descrito las características de los tipos de mujer que para ella son los arquetipos femeninos de referencia, declara que son las circunstancias sociales las que construyen la feminidad.
Por ello no resulta aceptable que 70 años más tarde se siga considerando El Segundo Sexo la Biblia del feminismo, a pesar de que durante este periodo de tiempo se haya investigado y publicado un sin fin de libros e investigaciones sobre el feminismo marxista, que solo en muy pocas ocasiones se mencionan, tan olvidada como está, por ejemplo, entre otras, Sulamith Firestone.
Pero es que en realidad Simone de Beauvoir y el existencialismo y El Segundo Sexo sirven muy eficazmente al Capital para desviar la lucha feminista del que debe ser su objetivo fundamental: derrocar el Patriarcado. Por ello es absolutamente falsa la afirmación, que se ha convertido en un mantra, de que no se nace mujer, la mujer se hace, que las feministas han adoptado como su enseña.
Es evidente que se nace mujer. Se nace con útero, ovarios, óvulos, trompas, vagina, vulva, y el bombardeo hormonal que desde la implantación del embrión en la matriz de la madre va a construir más tarde la corporalidad femenina. A los doce, trece años, la madurez de los óvulos no fecundados imprimirá el ritmo de la menstruación hasta la menopausia, y el desarrollo de las mamas se preparará para lactar a las crías que esa hembra debe producir. En eso consiste, y no en otras fantasías, ser mujer.
Ser mujer es haber nacido y desarrollado las facultades reproductoras para las que la especie ha preparado a la hembra humana. Este destino biológico la constituye en la clase que produce niños, y a consecuencia de ello sufre la explotación económica que ya el feminismo ha denunciado y hasta contado con cifras, en todos los países. También sería bueno que al menos las feministas leyeran a Maryling Waring, la escritora neozalendesa, cuyo libro Si las Mujeres Contaran, publicado por Vindicación Feminista, describe magistralmente la riqueza que producen las mujeres en todos los países y cuyo valor no consta en el Producto Interior Bruto. Mientras en la Unión Europea se suman los ingresos por el tráfico de drogas y la prostitución, el trabajo del ama de casa y la reproducción no son actividades rentables.
Pero es bueno para el Patriarcado que creamos que con un esfuerzo de voluntad vamos a cambiar el destino femenino. Si la mujer no nace sino que se hace, con dejar de hacerla ya está resuelto el problema. Ciertamente el cambio es lento. Pero se trata de convencer a la “sociedad” de que únicamente queremos cambiar su educación, su modos vestirse y de sentir el amor. Lo superestructural sobre la estructura corporal y biológica. El deseo imponiéndose a la realidad. Lo ideológico dominando lo material. El idealismo frente al materialismo.
Y ese idealismo únicamente beneficia los propósitos del Capital: así hoy la preeminencia del deseo de tener hijos de algunas personas para fabricarlos en el vientre alquilado de las mujeres pobres se impone y permite su explotación. Y así también nos cambiamos de sexo, según nuestra afición o emoción, involucrando incluso a los menores, inventando seres humanos que no existen, y todo el mundo debe respetarnos.
A quien no hay que respetar es a las mujeres, las biológicas, esas que nacieron mujeres como hace un millón de años, y que han reproducido la especie hasta poblar el planeta, y a las que se utiliza de carne de explotación sexual y de trabajo exhaustivo, sin remuneración, y cuyo protagonismo conseguido a través de las luchas libradas duramente por el Movimiento Feminista a lo largo de dos siglos se está perdiendo, en esta imposición de teorías disparatadas que se iniciaron con la afirmación de Beauvoir y el invento del género. Pero este es otro tema.
Madrid, 13 enero 2020.
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Lidia Falcón O’Neill es autora de numerosos artículos, que pueden consultarse en la siguiente dirección