Por Partido Feminista

La lucha feminista en Canarias

Lidia Falcón – La lucha feminista en Canarias – Público

Todas las Canarias son, como ese Teide gigante, mucha nieve en el semblante y fuego en el corazón.

Cuando estoy impartiendo un curso sobre Feminismo y Política en Las Palmas de Gran Canaria, la copla viene a mi memoria para acompañarme, sin que le reconozca mucho acierto, porque si bien el fuego sigue ardiendo en los corazones de los canarios, la nieve del semblante se derrite prontamente ante la calurosa bienvenida con que me reciben.

Ahora conozco con más cercanía la gesta que las mujeres de estas Islas Afortunadas, olvidadas y profundamente ignoradas por los peninsulares, llevaron a cabo durante el primer tercio del siglo XX para implantar en su sociedad el feminismo que se venía a España imparable.

En este mismo periódico, en su sección de Memoria Histórica, que con tanto acierto y dignidad apoya las reivindicaciones de las víctimas del franquismo, se ha publicado un estremecedor reportaje sobre la represión de la dictadura  durante y después del Golpe de Estado. Entre las cinco mil víctimas, ahora reivindicadas frente a la exigua cifra de unos cuantos cientos que reconoce la historiografía oficial, que fueron arrestadas, torturadas, fusiladas y arrojadas a los barrancos de la isla, por ser republicanas, masonas, socialistas, comunistas, sindicalistas o simplemente buenas personas, se encontraban muchas mujeres.

Para la memoria histórica de la mayoría de los españoles, las mujeres no cumplieron ningún papel en la campaña por lograr la II República ni por asentarla en los principios de la Institución Libre de Enseñanza ni en la defensa de las trincheras republicanas en la Guerra Civil ni en la clandestinidad de la resistencia antifranquista. Todos los memoriales, artículos, conferencias, simposiums, dan preeminencia a las figuras masculinas víctimas de aquel genocidio. Pero las mujeres estuvieron en primera línea de las transformaciones sociales que significaron la República, la apoyaron desde las organizaciones sociales y sindicales, se ofrecieron como voluntarias en los comités electorales y se alistaron en los frentes de guerra como milicianas. Y desde las ciudades y los pueblos fueron fundamentales en la resistencia a las tropas fascistas. Sin la participación heroica de las mujeres, Madrid no hubiera podido impedir durante tres años la entrada del Ejército sublevado.

Pero también en Canarias, esa región atlántica y lejana que solo sugiere a la memoria de los peninsulares playas tropicales y vacaciones paradisíacas, se gestó durante los años treinta una sociedad moderna y avanzada de las que las mujeres, aún en menor número de los hombres, fueron protagonistas en las luchas obreras y sindicales.

Agustín Millares, el historiador canario que ha realizado un trabajo exhaustivo y admirable de recopilación de datos de la participación femenina en la República y la Guerra Civil, ofrece en su libro Incógnitas – Mujeres de Izquierdas en Gran Canaria-1931-1939, la historia de aquellas canarias que tanto en la prensa de izquierdas, como el Grupo de Mujeres de La Voz Obrera , como en las asociaciones del Magisterio, como en otras profesiones, tales las primeras farmacéuticas y practicantes, participaron activamente en llevar el progreso y el feminismo a las islas. Y en mayor número, en los sindicatos de clase, como las telefonistas, las obreras de la Industria del Vestido y del Tocado, de los sindicatos Agrícolas, a pesar del apartamiento de los órganos de dirección a que sus compañeros sindicalistas las obligaban, estuvieron también en primera línea de lucha cuando se declararon huelgas y plantes, e hicieron las campañas electorales en favor de los partidos de izquierda con un entusiasmo inmejorable.

Porque todas ellas sabían que el triunfo del fascismo solo significaba su muerte física y moral. Con la victoria franquista se eliminaron todos los avances legales, sociales y culturales para las mujeres que la República había aprobado. Para ellas solo quedaba cumplir la función reproductora inevitable y la sumisión a las órdenes masculinas.

Resulta impresionante la lectura del libro, por el detalle con el que va siguiendo las vidas de sus heroínas y por el descubrimiento, para mi ignorancia, del valor de mujeres que aisladas en ese territorio insular en la inmensidad del océano, fueron capaces de salir del encierro doméstico y escribir, dar conferencias, participar en mítines, organizar sindicatos, seguir las consignas de huelgas y de plantes, formar parte de comités electorales y votar por la República.

A las valientes tabaqueras en huelga Millares les dedica un emocionante capítulo, y los fumadores peninsulares no debieron saber nunca el sacrificio físico, laboral y personal de aquellas anónimas obreras que les proporcionaban tanto placer.

Resulta enormemente sorprendente saber, gracias a Agustín Millares, que un número importante de prostitutas se unieron a maestras, amas de casa y sindicalistas para vigilar y apoyar las elecciones en cada convocatoria. Dice textualmente: «Sorprende mucho descubrir más putas que maestras nacionales en una relación tan indicativa para las mujeres de izquierda.»

Tanta valentía y arrogancia entre quienes eran consideradas por los franquistas como seres de inferior categoría, no pudieron quedar al margen de la feroz represión que se abatió sobre la izquierda en las islas. Todas las humillaciones, todas las vejaciones se ensañaron en ellas. Detenidas, procesadas en consejos de guerra, torturadas: Millares cita a Antonia González Monzón, víctima atroz de la barbarie fascista. Pino Suárez Medina falleció a consecuencia de las torturas facciosas, porque había asumido un protagonismo en la conflictividad provocada por la Federación Obrera aruquense. Otras muchas encarceladas, a la par que su marido, hermanos, padre, eran fusilados o desaparecidos.

Elsa Wolff, vocal y secretaria de la radio comunista de Telde, vocal primera y secretaria de la Sociedad de Trabajadores de Telde y secretaria  del Socorro Rojo Internacional fue sentenciada a muerte con su marido, Juan del Peso Díaz Corralejo. A ella se le conmutó la pena por 30 años de prisión y a él lo fusilaron con tres camaradas más en enero de 1937.

Como concluye Millares, «las mujeres republicanas no fueron simples marionetas de los varones», como desgraciadamente lo eran las de derechas, sumisas a las normas e imposiciones del marido y del confesor.

Esa tradición de lucha, de protagonismo en su propia vida, es la que ha permanecido y fructificado en las mujeres canarias que reconstruyeron el feminismo a partir de la Transición. De su participación en la política que ha de transformar nuestro país para que el futuro sea menos siniestro que el pasado, depende en una parte muy importante que ese sea de izquierdas y feminista. Que las demandas de las mujeres tengan el protagonismo que se merecen y que los dirigentes varones que están hoy negociando listas y escaños, y en definitiva decidiendo sobre nuestra vida, no desdeñen, como han hecho tradicionalmente, los sufrimientos femeninos, depende del empeño que las activistas de izquierda pongan en llevar las reivindicaciones feministas a primera línea de sus programas y de sus propósitos.

Y en eso están también trabajando hoy las canarias.

Las Palmas de Gran Canaria, 5 de mayo 2016.

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Lidia Falcón O’Neill es autora de numerosos artículos, que pueden consultarse en la siguiente dirección