La II Guerra Mundial la ganó la URSS
La II Guerra Mundial la ganó la URSS
En el relato histórico dominante, Estados Unidos se erige como el salvador de Europa y el vencedor absoluto del fascismo. Pero la verdad, como suele ocurrir, está tejida con hilos más oscuros y contradictorios. Ochenta años después, es imperativo desmontar este mito y reconocer que el papel de EEUU en la Segunda Guerra Mundial fue el de un actor oportunista, beneficiario de un conflicto que otros sufrieron en carne propia, mientras su industria y su geopolítica se alimentaban de la sangre ajena.
Mientras Hollywood glorifica el Desembarco de Normandía, se silencia que el 80% de las bajas alemanas ocurrieron en el frente oriental, donde la Unión Soviética libró batallas titánicas como Leningrado, Stalingrado y Kursk. Los soviéticos perdieron cerca de 27 millones de vidas, una cifra que eclipsa los 405.000 estadounidenses caídos. Fueron los soldados y civiles soviéticos quienes quebraron la columna vertebral de la Wehrmacht, no los tanques ni las estrategias de engaño de unidades como el «Ejército Fantasma» estadounidense, por muy ingeniosas que fueran. La narrativa de EEUU como «salvador» ignora que, sin el sacrificio soviético, el desembarco en Normandía habría sido imposible.
Estados Unidos permaneció neutral hasta diciembre de 1941, tras el ataque a Pearl Harbour. Mientras Europa ardía, su industria militar crecía exponencialmente gracias a la Ley de Préstamo y Arriendo, vendiendo armas a los Aliados y acumulando riqueza. Para 1945, su economía era la más poderosa del mundo, con una producción masiva de armamento (298.000 aviones, 86.000 tanques) que no solo financió la guerra, sino que sentó las bases de su hegemonía posbélica. Esta neutralidad inicial no fue altruista: fue un negocio.
Mientras combatían al fascismo en el exterior, EEUU practicaba el racismo en casa. La Orden Ejecutiva 9066 de Roosevelt internó a 120.000 japoneses-estadounidenses en campos de concentración, arrebatándoles sus propiedades y dignidad. Este episodio, junto a la segregación racial en sus propias fuerzas armadas, revela la hipocresía de un país que se autoproclamaba defensor de la libertad.
Unidades como las Tropas Especiales de la Sede 23, conocidas como el «Ejército Fantasma», emplearon tanques inflables y sonidos pregrabados para engañar a los nazis. Aunque efectivas, estas tácticas fueron marginales frente al frente oriental. Su inclusión en el relato heroico sirve para inflar el papel estadounidense, ocultando que su contribución militar real fue secundaria hasta 1944. Incluso en el Pacífico, donde EEUU sí tuvo un rol central, su estrategia incluyó crímenes miserables como los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, actos de terror más que de liberación.
Tras la guerra, EEUU no construyó paz, sino un nuevo orden imperial. La creación de la OTAN para enfrentarse militarmente a la URSS con la hipócrita excusa de defenderse solidariamente entre sus componentes de cualquier ataque, el Plan Marshall y la ocupación de Japón y Alemania occidental consolidaron su control geopolítico y económico, mientras la URSS cargaba con la reconstrucción de un país devastado. La «Guerra Fría» fue, en parte, una excusa para demonizar al socialismo y justificar intervenciones en nombre de una «democracia» que solo beneficiaba a sus intereses.
La glorificación de EEUU en la Segunda Guerra Mundial no es solo una falsedad histórica: es un instrumento ideológico para legitimar su dominación actual. Hoy, cuando la OTAN expande sus tentáculos y se reescribe la historia para criminalizar a Rusia, recordar el verdadero costo de la guerra —pagado por los pueblos soviético, chino y europeo— es un acto de justicia.
Como escribió Carlos París, «la filosofía nace del grito ante la injusticia». Este artículo es ese grito: contra el olvido, contra la manipulación y contra un imperio que sigue parasitando al mundo.
Lidia Falcón
11 de mayo de 2025
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Lidia Falcón O’Neill es autora de numerosos artículos, que pueden consultarse en la siguiente dirección