I Congreso Internacional de Mujeres por la Paz y la solidaridad entre los pueblos
Los días 19, 20 y 21 de septiembre se ha celebrado en Caracas el I Congreso Internacional de Mujeres por la Paz y la solidaridad entre los pueblos. Más de doscientas mujeres de 21 países han acudido a la convocatoria para denunciar las agresiones imperialistas, la violencia que ejercen las dictaduras y los países colonialistas contra los pueblos, los indígenas, los trabajadores, los migrantes, los refugiados y sobre todo las mujeres.
Hemos asistido a las exposiciones de las organizaciones de mujeres venezolanas y los testimonios de las representantes de Colombia, Brasil, Panamá, República Dominicana, Líbano, entre otras, y asistimos emocionadas a las expresiones de solidaridad entre cánticos y consignas de las mujeres que se prometieron en los manifiestos finales, elaborados por las mesas de trabajo, organizar redes de comunicación y encuentro entre todas las participantes, y más que puedan unirse, para realizar acciones coordinadas a nivel planetario.
El Partido Socialista Unido de Venezuela ha mostrado su capacidad de convocatoria y de organización de un Congreso que ha sido multitudinario y entusiasta. La Federación Demócrata Internacional de Mujeres, creada en 1946 para dar testimonio de su vocación pacifista, tras la terrible tragedia de la II Guerra Mundial, sigue trabajando por evitar las guerras, por construir países en paz y ha ratificado su vocación feminista.
Decenas de organizaciones de mujeres venezolanas trabajan cotidianamente por mantener la cohesión del Movimiento Feminista, por mantener las conquistas de la revolución bolivariana que ha dado un impulso sin igual a la lucha feminista. Hoy el Movimiento venezolano es el más fuerte de América Latina, porque tiene el apoyo incondicional del gobierno. Así lo ratificó Nicolás Maduro en el encuentro que sostuvo con algunas de las delegadas en el Palacio de Miraflores. Y puede que recaigan las críticas hablando de que sólo se trata de electoralismo y propaganda, pero lo cierto es que ya quisieran las organizaciones españolas contar con el impulso que el gobierno venezolano, a través de una serie de instituciones, está prestando al MF. Desde el Ministerio de la Mujer, que así se llama, sin eufemismos liberales que confunden, como la Igualdad –esa que no se consigue-, y desde las Comunas, la mayoría dirigidas por mujeres, se trabaja con un entusiasmo que buena falta nos hace en Europa.
En un país asediado por el bloqueo estadounidense que se ha apropiado de los fondos de Venezuela en EEUU, que impone sanciones a todas las empresas que comercien con ella, que impide que le vendan los insumos más imprescindibles, que está acosado y calumniado continuamente por los medios de comunicación, los comentaristas y politólogos, los profesores y la pléyade de políticos al servicio del Capital, resulta conmovedor asistir a las reuniones, las manifestaciones, las marchas que organizan las mujeres contra la agresión imperialista y por la independencia y soberanía de su país. Los manifiestos aprobados en el Congreso plantean todos los temas que hoy son el desafío de la humanidad: el hambre y la miseria que se sufren en amplias zonas del planeta, las guerras provocadas y financiadas por los gobiernos imperialistas, y la represión, la violencia que ataca a las mujeres en todos los momentos, víctimas propiciatorias en momentos bélicos.A la vez que los temas de la agenda feminista se desarrollan con una participación de mujeres que tiene un impulso envidiable.
El Congreso, sin embargo, a ha adolecido de algunos defectos: ha sido demasiado breve. Los tiempos invertidos en las acreditaciones, los saludos, las bienvenidas, la descripción de las delegadas e invitadas, han restado la posibilidad de tener más para la lectura de ponencias, debates y conclusiones.
Y sobre todo, en los manifiestos finales falta la denuncia y condena de la OTAN, como la organización criminal más peligrosa del mundo. Mientras los pueblos no se conciencien para luchar por disolver ese consorcio militar industrial que organiza, financia y protege a los grupos terroristas, a los gobiernos tiránicos y dictatoriales y provoca las guerras en diversas áreas para ocupar territorios, apropiarse de las riquezas naturales de los países sometidos, esclavizar a las mujeres para obligarlas a prostituirse, convertido este negocio en el segundo más lucrativo del mundo después del de las armas, y dominar a la mayor parte de las naciones, no podremos esperar que la paz se instale en el planeta.
Una parte del Movimiento Feminista se halla al margen de la lucha contra la OTAN. Con un criterio reduccionista considera que este no es tema que concierna a las mujeres, como si éstas vivieran en otro mundo diferente al de los hombres. Cómo si los ingentes recursos que consumen los países que mantienen los ejércitos atlánticos no afectaran a las necesidades que padecen las víctimas de violencia, de pobreza, de abandono, de explotación laboral.
Y ha sido también un olvido incomprensible en los manifiestos finales del Congreso que no se haya condenado la actuación de la OEA, la Organización de Estados Americanos, que, comandada por EEUU, y secundado por los gobiernos lacayos de este han rechazado las actuaciones del gobierno bolivariano de Venezuela, con unas resoluciones inaceptables contra la soberanía del país.
Todavía queda un objetivo a lograr en esta nación bolivariana que quiere construir el feminismo, y es la aprobación del derecho de las mujeres a la interrupción voluntaria del embarazo, cuya propuesta de ley ha quedado olvidada y que constituye una de las más graves carencias en el avance de los derechos de las venezolanas. No se comprende como América Latina permanece inmóvil y atrasada, anclada en una situación del siglo pasado, cuando sus mujeres y sus movimientos feministas son activos y trabajan con entusiasmo por la liberación y el avance de los derechos, cuando EEUU y Europa ya han asumido que la libertad de reproducción y el derecho a escoger una maternidad voluntaria son inherentes a la dignidad y la independencia de la mujer.
Esa es todavía una batalla por librar en Venezuela contra la reacción y los fundamentalismos religiosos, para situarse definitivamente en el siglo XXI, entre las numerosas guerras que el capitalismo y el imperialismo les han organizado al gobierno y al pueblo bolivariano. Y que de todas maneras está ganando, como esa ridícula pretensión del autoproclamado presidente Juan Guaidó que está quedando diluida ante la resistencia firme del pueblo venezolano y la decepción de los gobiernos serviles a Trump, que lo reconocieron inmediatamente que éste les dio la orden, y que hoy no deben saber dónde mirar.
La crónica sobre la verdadera situación económica y social de Venezuela para próximos artículos. En este las mujeres, el feminismo y el Congreso Internacional tienen todo el protagonismo.
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Lidia Falcón O’Neill es autora de numerosos artículos, que pueden consultarse en la siguiente dirección