Tesis El sesgo machista en medicina

«La relación entre una mujer y su médico sigue siendo de profunda desigualdad a todo nivel. Esa relación agrava el desequilibrio del poder inherente a casi todas las relaciones hombre-mujer en nuestra sociedad. Mayor es el desequilibrio si el médico es un ginecólogo obstetra con poder sobre nuestro cuerpo en lo más íntimo, o un psiquiatra con la autoridad de evaluarnos como locas o cuerdas, y quien puede decidir si podemos conservar a nuestros hijos o no. A menudo los médicos dudan de nuestra palabra simplemente porque somos mujeres. En nuestra relación con el médico, como en cualquier relación en la que somos menos poderosas, tendemos a culparnos a nosotras mismas si algo no va bien» (Colectivo de Mujeres de Boston, Our Bodies, Ourselves, 1969).
A veces, a las mujeres no se nos toma lo bastante en serio ni se nos permite participar en el cuidado de nuestra salud, atribuyendo todo tipo de dolores y malestares, o incluso el propio hecho de pedir ayuda sanitaria a nuestra “condición femenina”. Otro aspecto del sesgo machista en la atención sanitaria que se presta a las mujeres es recetarles tratamientos evaluados solamente con hombres. O que, cuando presentan síntomas de infarto, los médicos no los reconozcan porque puedan ser distintos de los del infarto en hombres. Se ha descrito como “síndrome de Yentle” el sesgo consciente o inconsciente en la medicina o la investigación consistente en que, a igualdad de patología o de sintomatología, se tiende a explorar a fondo al hombre y a administrar ansiolíticos y antidepresivos a la mujer. En palabras de una enfermera: «cuando un hombre acude al médico diciendo que tiene vértigo, consigue una revisión. Las mujeres, Valium».
La comercialización de la salud de las mujeres
La industria farmacéutica ha encontrado un filón de oro medicalizando y comercializando la salud de las mujeres al convertir procesos naturales como la menstruación, el embarazo y el parto, la menopausia o la falta de deseo sexual en enfermedades, a fin de introducir nuevos fármacos o nuevas estrategias clínicas o quirúrgicas de intervención no siempre inocuas.
Movimientos emancipatorios en salud de las mujeres
Los movimientos emancipatorios de los años 70 y 80 lucharon en un primer momento por derechos como el acceso a la anticoncepción y el aborto. A partir de los años 90 han ido apareciendo, también en España, movimientos dedicados a señalar los aspectos discriminatorios de la investigación y la atención médica en general. El Partido Feminista de España está comprometido con esos movimientos.
El PFE defiende que sea el sistema público español el que apoye y subvencione todo lo que las mujeres necesiten para su emancipación. En este proceso, es esencial contar con la participación de los hombres para alcanzar la igualdad entre ambos.
MUJER Y REPRODUCCIÓN
El feminismo busca desmantelar la apropiación patriarcal de la maternidad y empoderar a las mujeres para que tengan el control de su propia reproducción. Ese control es crucial para una sociedad más justa e igualitaria. La maternidad ha sido históricamente una herramienta de opresión dentro del sistema patriarcal. El capitalismo moderno es la última versión de este sistema de apropiación de nuestras capacidades reproductoras, dulcificándolo bajo la imagen de la “buena madre”, responsable y abnegada.
La maternidad se ha convertido en un medio de producción y reproducción de la fuerza de trabajo que está controlado y explotado por el patriarcado para autoperpetuarse. La revolución feminista que defendemos, inspirada en las ideas marxistas, busca revertir esta apropiación. Reconoce que las mujeres son las únicas que pueden y deben tener el derecho de elegir sobre su reproducción. Esta revolución no solo busca la igualdad, sino también la liberación de las mujeres de la opresión reproductiva y de la reproducción.
La educación feminista es imprescindible para que las mujeres puedan entender los mecanismos de apropiación que ejerce el patriarcado para controlar su reproducción, con objeto de que sus decisiones de ejercer o no esta capacidad sea libre, para que exista libertad, tiene que existir la capacidad de poder elegir entre distintos modelos, y solo es posible con la socialización de los cuidados y la crianza, así como la posibilidad de renunciar a nuestra capacidad reproductiva. Se trata de avanzar en la vida social humana, en vez de seguir sufriendo lo impuesto por la vida animal de todas las especies mamíferas. Es crucial reconocer y resistir las formas modernas de explotación reproductiva, como los vientres de alquiler o la donación de óvulos, que representan nuevas formas de apropiación de la capacidad productora de las mujeres.
La maternidad como un acto político y económico
La capacidad reproductiva de las mujeres no es sólo una realidad biológica, sino política y económica. Las madres no solo dan a luz a niños, sino también a trabajadores que formarán parte de la fuerza laboral de la sociedad. Este trabajo reproductivo, a menudo invisibilizado, es esencial para el mantenimiento del sistema. Ninguna mujer está en deuda con ese sistema.
Las mujeres como clase social
Esta perspectiva nos permite entender las formas específicas de opresión y explotación que enfrentan las mujeres bajo el patriarcado y el capitalismo, incluyendo la desvalorización del trabajo reproductivo. Es imprescindible poner en valor esta capacidad de las mujeres, sin la cual ninguna sociedad puede perpetuarse. La mujer ocupa un lugar específico en el modo de producción doméstico, determinado históricamente por la división sexual del trabajo. Entendiendo que el modo de producción doméstico se constituye por los procesos de trabajo necesarios para el mantenimiento y la reproducción de la sociedad humana. En dicho modo de producción, la mujer es explotada por el hombre en la sexualidad, en la reproducción y en el trabajo doméstico y de cuidados.
El valor de la maternidad y el trabajo reproductivo
El trabajo reproductivo realizado por las madres, que incluye la crianza y educación de los hijos, tiene un valor intrínseco que va más allá de la mera reproducción. A pesar de ser esencial, ha sido desvalorizado y no remunerado.
El PFE argumenta que el Estado debe asumir los trabajos de crianza y educación de los hijos, liberando a las mujeres de esta responsabilidad, y así lograremos una sociedad compuesta por una ciudadanía criada y educada en igualdad de condiciones.
La maternidad y la violencia obstétrica
La violencia sufrida por las mujeres durante sus procesos reproductivos, en el embarazo, parto y puerperio inmediato ha sido reconocido por las organizaciones internacionales como un grave problema de salud y de derechos humanos. En 2014 la Organización Mundial de la Salud hizo una declaración titulada «Prevención y erradicación de la falta de respeto y el maltrato durante la atención del parto en centros de salud» en la que consideraba que ignorar las decisiones de las mujeres durante el embarazo y el parto era una forma de maltrato y una falta de respeto.
En 2019 la Relatora Especial de Naciones Unidas para la violencia contra la mujer, Dubravka Šimonović, emitió un informe en el que denunciaba un modelo de atención a la salud reproductiva y sexual que infantiliza e ignora los derechos de las madres como pacientes y como seres humanos. La Relatora considera que los procedimientos médicos coercitivos o no consentidos, la falta de confidencialidad y el hecho de no obtener el consentimiento plenamente informado violan los derechos humanos de las mujeres y son una forma de discriminación.
En septiembre de 2019 el Comité para la igualdad y no discriminación del Consejo de Europa emitió un informe en el que declaró que «En la intimidad de una consulta médica o durante el parto, las mujeres son víctimas de prácticas violentas o percibidas como tales, incluyendo intervenciones no indicadas o realizadas sin el consentimiento de la mujer». El Consejo recomienda la adopción de medidas para que se respeten los derechos humanos de las mujeres en la atención médica.
El 28 de febrero de 2020 el Comité para la eliminación de la discriminación contra la mujer de Naciones Unidas (el Comité CEDAW) emitió la Decisión CEDAW/C/75/D/138/2018, relativa a una queja contra España por el abuso del intervencionismo médico y la privación del derecho de la reclamante a tomar decisiones informadas durante el parto. El Comité recordó que los Estados parte tienen la obligación de adoptar medidas apropiadas a fin de modificar o abolir no solamente leyes y reglamentaciones, sino también «costumbres y prácticas que constituyan discriminación contra la mujer».
Tal es el caso de la práctica consistente en realizar episiotomías sin información ni consentimiento de las mujeres. En cuanto a la actitud de las autoridades administrativas que examinaron el caso, el Comité considera que «la aplicación de estereotipos afecta el derecho de la mujer a ser protegida contra la violencia machista, en el caso presente la violencia obstétrica, y que las autoridades encargadas de analizar la responsabilidad por tales actos deben ejercer especial cautela para no reproducir estereotipos». El Comité dictaminó que los hechos sometidos a su consideración ponían de manifiesto la vulneración de los derechos recogidos en los arts. 2 b), c), d) y f), 3, 5 y 12 de la Convención. En sus recomendaciones, el Comité aconsejó al Estado español que asegurase el derecho de las mujeres a una maternidad sin riesgo y el acceso de todas las mujeres a una atención obstétrica adecuada, en particular, «proporcionar a la mujer información adecuada en cada etapa del parto y requerir su consentimiento libre, previo e informado en todos los tratamientos invasivos durante la atención del parto».
Con posterioridad, el Comité ha dictado las Decisiones CEDAW 149/2019 y CEDAW 154/2020 (DOCUMENTO 12), ambas contra España, que dan cuenta de que en nuestro país hay un problema estructural y sistémico de vulneración de derechos fundamentales de las mujeres en la atención obstétrica.
La maternidad y la autonomía personal
La maternidad no debe ser una barrera para la autonomía de las mujeres. Las mujeres tienen derecho al aborto y a una atención de calidad y respetuosa con sus decisiones en el ámbito de la salud sexual y reproductiva.
La maternidad y el feminismo
El feminismo debe trabajar para garantizar que todas las mujeres puedan decidir libremente sobre su maternidad, y sean tratadas con dignidad y respeto durante los procesos de interrupción o bien continuación del embarazo.
Derecho al aborto
El derecho al aborto es una cuestión central en la lucha por la autonomía reproductiva de las mujeres. El patriarcado se ha apropiado de la maternidad y la reproducción para mantener y reforzar las estructuras de poder existentes. En este contexto, el derecho al aborto es crucial para desafiar estas estructuras y permitir a las mujeres decidir si quieren ser madres o elegir el momento adecuado para serlo.
La autonomía reproductiva, es decir, el derecho de las mujeres a decidir libre y responsablemente sobre su reproducción, es un derecho humano. Esto incluye el derecho a decidir si tener hijos o no, con quién, el número e intervalo entre ellos, y tener acceso a información, educación y servicios. Sin embargo, casi la mitad de las mujeres en 57 países en desarrollo no tienen el derecho a decidir si quieren tener relaciones sexuales con sus parejas, usar anticonceptivos o buscar atención sanitaria. Esta es una clara violación de su autonomía reproductiva y un reflejo de las desigualdades entre hombres y mujeres arraigadas en nuestra sociedad. En resumen, desde la perspectiva del PFE, el derecho al aborto y la autonomía reproductiva son fundamentales para la liberación de las mujeres y la lucha contra el patriarcado y el capitalismo.
Explotación reproductiva
Los vientres de alquiler y la donación de óvulos son una forma de mercantilización del cuerpo de la mujer. Las mujeres pierden su dignidad al ser reducidas a un medio de producción de hijos para otros. La compra de niños contribuye a la explotación económica de las mujeres, especialmente de aquellas en situaciones de vulnerabilidad. Las mujeres pueden verse presionadas a alquilar sus vientres o donar sus óvulos por necesidad económica, lo que produce situaciones graves de explotación y abuso.
Inversión pública en investigación médica con enfoque feminista
Dirigida a enfermedades y procesos que afectan exclusivamente a las mujeres —como la endometriosis, la menopausia y los cánceres ginecológicos—, así como a aquellas que presentan síntomas, evolución o respuesta al tratamiento diferentes en mujeres, como el infarto o las enfermedades autoinmunes. Actualmente, más del 70 % de los estudios clínicos en medicina cardiovascular se realizan en poblaciones predominantemente masculinas, a pesar de que el infarto es la principal causa de muerte en mujeres mayores. Esta brecha en la investigación perpetúa desigualdades en salud y limita la eficacia del diagnóstico y tratamiento para la mitad de la población.
Creación de programas nacionales de diagnóstico temprano y apoyo integral para mujeres con endometriosis
Una enfermedad crónica que puede manifestarse desde la adolescencia y afecta a una de cada diez mujeres en edad fértil. En España, el retraso promedio en el diagnóstico supera los siete años, lo que conlleva graves consecuencias para la salud física, emocional y reproductiva. Estos programas tendrían como objetivo reducir ese retraso mediante la formación de profesionales sanitarios, campañas de sensibilización y acceso equitativo a pruebas diagnósticas y tratamientos, garantizando un acompañamiento integral a lo largo de todo el proceso.
Establecimiento de protocolos públicos para la detección y tratamiento de la premenopausia y la menopausia
Con inclusión del acceso a la terapia hormonal bioidéntica antes de los 60 años. Esta terapia está recomendada por sociedades médicas internacionales para aliviar síntomas severos —como sofocos, insomnio y ansiedad— y para prevenir enfermedades crónicas asociadas, como osteoporosis, artrosis, demencia y enfermedades cardiovasculares. A pesar de sus beneficios, menos del 10 % de las mujeres europeas reciben este tratamiento, y muchas ni siquiera son informadas sobre su existencia. La implementación de protocolos estandarizados permitiría una atención más equitativa, oportuna y basada en evidencia, reduciendo el estigma y mejorando la calidad de vida de las mujeres en esta etapa.
Incorporación de medidas educativas y estructurales para fomentar las vocaciones científicas en niñas y jóvenes
Especial énfasis en las disciplinas STEM y biosanitarias. A pesar de que las mujeres representan más de la mitad de los solicitantes de ayudas a la investigación en España, su presencia en puestos de liderazgo sigue siendo escasa: solo el 25 % de las cátedras y el 10 % de los cargos directivos en áreas médicas y biomédicas están ocupados por mujeres (Cadenaser, 2025). En el conjunto de Europa, las mujeres no llegan al 30 % del personal investigador en estas áreas. Esta brecha no solo refleja desigualdades estructurales, sino que también repercute directamente en la falta de perspectiva feminista en la investigación biomédica. Por ello, es fundamental impulsar políticas de igualdad desde la educación primaria, promover modelos femeninos en la ciencia y garantizar entornos académicos y profesionales inclusivos que faciliten la retención y el ascenso de las mujeres en carrera investigadora.
5 de abril de 2025.
