El Ministerio de Igualdad. Un Ministerio al servicio del patriarcado
No hay peor enemigo para las mujeres que aquellas que, fingiendo representarnos, entregan nuestras vidas a los intereses del patriarcado de siempre, envuelto ahora en un celofán posmoderno y queer que oculta con colorines la misma sumisión de antaño. Porque los hechos son contundentes: en los últimos años, con la excusa de ampliar derechos y de modernizar el feminismo, el Ministerio de Igualdad se ha dedicado a legislar para que los hombres salgan beneficiados.
La ley del “Sí es Sí”, que se anunció como una revolución jurídica y un hito en la historia de la protección de las mujeres frente a las agresiones sexuales, ha terminado siendo el mayor regalo que el patriarcado podría haber soñado: más de 1.200 rebajas de condena y cerca de 120 excarcelaciones anticipadas en apenas un año. No por la maldad de los jueces, como pretendieron engañarnos, sino por la chapuza jurídica de un texto mal redactado, que obvió lo más elemental: que cualquier reforma penal que fije límites más bajos se aplicará con carácter retroactivo al reo. Irene Montero y su inseparable escudera Pam fueron responsables directas de esta catástrofe legal, que ha supuesto un golpe devastador a la confianza de las mujeres en la justicia.
Porque Irene y Pam nunca han sido feministas (salvo en sus sueños posmo). Han sido las propagandistas más obedientes de la ideología queer, convertidas en comerciales de un feminismo impostado que ha servido para desarmar al verdadero feminismo – el de las mujeres – y entregar nuestras reivindicaciones históricas al mercado de las identidades. Mientras posaban para los medios con pancartas de colores y celebraban la “revolución trans”, se olvidaban de la cadena de custodia de las pruebas, de la redacción rigurosa de las leyes, de la protección real de las víctimas. Han traicionado la causa de las mujeres en nombre de su propio narcisismo político y de los lobbies que dictan la agenda desde Bruselas y desde los despachos de las multinacionales.
Las pulseras antimaltrato son el segundo capítulo de esta tragedia. Se presentaron como el escudo infalible de las mujeres con órdenes de alejamiento, pero han resultado ser un coladero tecnológico. El fallo en el sistema COMETA, gestionado por la UTE Vodafone–Securitas, dejó durante meses miles de registros inaccesibles. La Fiscalía ha reconocido que se perdieron pruebas en numerosos juicios por quebrantamiento, lo que derivó en sobreseimientos y absoluciones. Es decir: otra vez los hombres salieron ganando. Otra vez los agresores aprovecharon la incompetencia del ministerio y la desidia en la supervisión contractual. Y mientras tanto, las mujeres quedaron a merced de dispositivos que ni siquiera cumplían con la certificación mínima de resistencia al agua (IP67), que se manipulaban con facilidad y que carecían de auditorías independientes.
Cada una de esas pruebas perdidas significa una víctima más de maltrato desatendida. Y algunas de ellas además asesinada. Como las dos últimas de esta semana en Andalucía. Una de ellas de 83 años.
La ley trans completa el cuadro. Bajo la coartada de “ampliar derechos”, ha abierto la puerta a que cualquier hombre pueda declararse mujer y acceder a los espacios protegidos, a los refugios, a las estadísticas, a las subvenciones que costaron décadas de lucha conquistar. Con esta norma se ha desdibujado al sujeto político mujer y se ha debilitado el marco legal sobre el que se sostienen las políticas de igualdad. El resultado es claro: los hombres vuelven a salir beneficiados y las mujeres volvemos a quedar invisibilizadas y desarmadas.
Y no pensemos que con la actual ministra hemos mejorado. Ana Redondo llegó al cargo tras una clase exprés de feminismo la tarde anterior a aceptar la cartera. Desde entonces se ha limitado a pedir disculpas con voz queda cada vez que estalla un nuevo escándalo, a hablar en un tono tan bajo que ni siquiera logra sonar convincente. Es una ministra de atrezzo, sin convicciones, sin feminismo y sin autoridad. Una funcionaria obediente al PSOE que repite consignas sin alma.
El PSOE tiene también su parte principal de responsabilidad. Sacrificó a todas sus feministas históricas cuando el capital le llamó a capítulo. Incluso despidió a la Vicepresidenta primera Carmen Calvo, una veterana luchadora feminista, que se atrevió a criticar el proyecto de ley trans públicamente. Y últimamente también prescindió en el Consejo de Estado de Amelia Valcárcel, las más prestigiosa filósofa feminista, que desde hace décadas representa el feminismo socialista, Prefirió contentar a los lobbies posmodernos que arrinconarían a las mujeres, antes que mantener la tradición feminista materialista que todavía sobrevivía en sus filas. Ha convertido el Ministerio de Igualdad en una agencia de marketing identitario, donde se gestiona la agenda de las multinacionales tecnológicas y se subvenciona la propaganda queer, mientras las mujeres siguen muriendo asesinadas y siguen siendo agredidas sin protección real.
El balance es implacable:
Con la ley del “Sí es Sí”, los hombres condenados por agresión sexual han visto rebajadas sus penas.
Con las pulseras antimaltrato, los hombres con órdenes de alejamiento han podido eludir condenas gracias a la pérdida de pruebas.
Con la ley trans, los hombres pueden autopercibirse como mujeres y apropiarse de derechos, espacios y recursos que nos corresponden.
En todos los casos, ellos ganan y nosotras perdemos. Esa es la verdadera obra del Ministerio de Igualdad en los últimos años: un Ministerio al servicio del patriarcado, disfrazado de feminismo posmoderno y regado con millones de euros en contratos y campañas.
Por eso hay que decirlo sin rodeos: es imprescindible recuperar el Ministerio para el feminismo materialista. Recuperarlo para las mujeres reales, de carne y hueso, que necesitan leyes rigurosas, tecnología fiable y políticas públicas sólidas. Recuperarlo para que no se repitan las chapuzas jurídicas ni las concesiones al patriarcado. Y quizás haya que empezar por lo simbólico: volver a llamarlo Ministerio de la Mujer, como ya se llamó en 1983, porque lo que necesitamos hoy no es un ministerio de eslóganes, sino un ministerio que defienda de verdad a las mujeres frente a sus opresores.
Y visto lo visto con las últimas representantes de Igualdad, lo único imprescindible que pediremos las feministas es que la futura ministra de la Mujer, al menos, sepa distinguir a una mujer de cualquier otro constructo posmoderno.
Lidia Falcón – Presidenta del Partido Feminista de España
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Lidia Falcón O’Neill es autora de numerosos artículos, que pueden consultarse en la siguiente dirección