Cuando perdemos una lucha anticapitalista, la perdemos también contra el patriarcado
(2012) Clara Alonso Jiménez, en entrevista con Lidia Falcón con el titular “Cuando perdemos una lucha anticapitalista, la perdemos también contra el patriarcado”
Cuando perdemos una lucha anticapitalista, la perdemos también contra el patriarcado – Lidia Falcón O’Neill (Madrid, 1935). Licenciada en Derecho, arte dramático, periodismo, doctora en filosofía y feminista es historia de luchas políticas, es presente de esencia radical y futuro de programa. Conversar con ella te abre la puerta a una lectura crítica de la historia de la izquierda en España, y sobre todo, te permite conocer en profundidad el feminismo en nuestro país, desde una óptica construida siempre en base a reivindicaciones y programa. Todo desde el detalle, la radicalidad y el inconformismo. Desde la energía y el entusiasmo.
Clara Alonso Jiménez: Lidia, llevas años en primera línea. Años de lucha política y feminismo. ¿Cómo empezó todo?
Lidia Falcón: Llevo en la lucha política muchísimo tiempo. Entré en el Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC) en el año 1959. El comienzo está marcado por la lucha contra la dictadura y la represión. Me han detenido en dos ocasiones, una primera en Barcelona, por la que pasé 6 meses en la cárcel de Trinidad, y una segunda en Madrid, en que estuve 9 meses en la cárcel de Yeserías. Cuando salgo, en el año 75, Año Internacional de la Mujer, es el final de la dictadura.
En esa época, están saliendo a la superficie grupos de mujeres que querían plantear las reivindicaciones feministas del momento, que denunciaban la legislación franquista y la represión que se ejercía sobre las mujeres. El objetivo de estos grupos, nuestra lucha, fue plantear las reivindicaciones feministas en primer lugar y el protagonismo de las mujeres en sus propias reivindicaciones.
C.A.J.: Y en ese momento, te vuelcas en la creación de colectivos y referentes feministas.
L.F.: En 1976, creé en Barcelona el Colectivo Feminista, a continuación, en 1977, la Organización Feminista Revolucionaria y, a partir de ahí, el Partido Feminista, que se constituye en el año 1979. Tardaron dos años en legalizarlo. Empezaba la democracia pero la censura era continua.
Desde el año 1981 estamos trabajando en la participación social y en la participación política. Nos presentamos a las elecciones en Cataluña en el año 80, en colaboración con otro grupo, y luego con los partidos feministas de Euskadi y de Valencia, y otros grupos feministas de Madrid y Cataluña a las elecciones europeas del 91. Ésta es la última contienda en la que participamos directamente, con una lista propia y un programa propio.
C.A.J.: Tras tantos años de lucha, ¿cuál consideras que es y debe ser el principal campo de batalla para el feminismo a día de hoy?
L.F.: La lucha contra la violencia, uno de los gravísimos problemas que tienen las mujeres en el mundo, y en nuestro país, y que no tiene la atención que se necesitaría. La violencia, los asesinatos de mujeres, los malos tratos, los abusos sexuales, las violaciones y los niños maltratados, abusados, y asesinados, no requieren de la protección necesaria del Estado, ni la atención social necesaria ni tampoco en el momento actual los grupos feministas están trabajando en este tema con la suficiente energía.
Esta batalla no la estamos ganando. No hay nada tan grave como la violencia. Todo son violencias, como la ley de aborto que quieren reformar, el salario, que es tan bajo para las mujeres, el trabajo doméstico, que recae sobre nosotras… Todo eso son violencias, pero hay una definitiva, que es la violencia directa, el maltrato, los golpes, las palizas, el maltrato psicológico, y al final, el asesinato.
Este aspecto de la represión de la mujer parece asumido socialmente, y esta es una de las cosas que me sorprenden y me indignan más. Y no solo por la policía y los jueces y las leyes que tenemos, sino por la indiferencia que muestran muchos grupos feministas y los partidos políticos.
C.A.J.: ¿A qué te refieres con la ‘indiferencia’ de los grupos feministas y los partidos políticos?
L.F.: Nosotras, desde la Plataforma Feminista del Ateneo de Madrid, hemos ido a ver a todos los partidos políticos del Parlamento, que nos han ido recibiendo a lo largo del año. Nos han escuchado, y no nos han hecho ni caso. Al cabo de un año, no hemos avanzado absolutamente nada. Es decir, el número de mujeres asesinadas cada año, es prácticamente el mismo.
La violencia, si los grupos feministas, los medios de comunicación, y las mujeres en general, ignoran y dan la espalda al tema, porque lo consideran una especificidad, porque piensan que son una cuantas ‘pobres mujeres’, se equivocan. No es ninguna especificidad ni un problema de unas cuantas mujeres, la violencia es el primer método por el que el poder reprime a los oprimidos. En todo el mundo, el método para mantener a las mujeres en un segundo plano, es la violencia. Y contra estas violencias tenemos que rebelarnos. Si aceptamos que es normal, estamos en el plano de los sometidos.
C.A.J.: Con el avance de las políticas de igualdad, ¿la lucha feminista ha terminado? ¿Qué dirías de la historia del feminismo y del valor de sus reivindicaciones a día de hoy?
L.F.: Si nos centramos en las reivindicaciones específicas de la mujer, porque el feminismo lo ocupa todo, lo que es evidente es que esa lucha de los años de la Transición, que son los “diez años de oro del movimiento feminista”, de 1975 a 1985, no ha terminado.
En el 85 el Tribunal Constitucional dicta la última sentencia sobre aborto, y parece que ya está todo resuelto: la igualdad en la Constitución, la reforma de las leyes civiles, laborales y penales, la despenalización de supuestos de aborto, el divorcio… Y ese es el momento clave en el que decae el movimiento. En ese momento, hay una serie de mujeres, muy cualificadas, las mejores, las más preparadas, que deciden optar por el partido político, porque tienen la esperanza o la ambición inmediata de tener puestos de responsabilidad. Y eso supone, en el acto, domesticar el movimiento, apagar el fuego de la rebelión y convertirse en gestoras del Estado y, en realidad, en lo que se convierten es en gestoras del capital.
C.A.J.: Entonces, ¿qué hemos hecho mal desde la izquierda y desde el feminismo?
L.F.: Cuando el Partido Comunista, en el año 76, acepta la monarquía, acepta el papel del ejército, acepta el capitalismo, y se pasa los últimos treinta años, aceptando la estructura, no solo económica, sino política, heredera del franquismo, naturalmente la gente se aleja. ¿Qué les ofreces, que no le ofrezca el Partido Socialista? ¿Qué pides? ¿Unas cuantas mejoras sociales? ¿Unas cuantas guarderías infantiles? ¿Unas ayuditas para la discapacidad? Para eso no hace falta ser comunista. Esta es la radiografía de lo que nos ha pasado.
Si el Partido Comunista deja de ser comunista, y el Socialista, socialista, ¿qué nos queda? Una serie de partidos burgueses que administran el capital. Y todo esto unido al patriarcado, naturalmente. Cuando perdemos una lucha anticapitalista, la perdemos también contra el patriarcado. Y la reforma de ley de aborto, y la situación de las mujeres en el mercado de trabajo… Lo que está pasando es que estamos volviendo al siglo XX.
C.A.J.: Y, en ese contexto, en esa “vuelta al siglo XX” ¿cuál consideras que debe ser la lucha principal de la izquierda social y política?
L.F.: La lucha ha de ser por la República. Todo lo que se reclama, desde los movimientos sociales, desde los partidos, es imposible si no hay una República. La monarquía la pusieron los capitalistas y los franquistas, que querían continuar con el mismo sistema y el resultado es que hoy estamos en la miseria. El proyecto del capital se mantendrá mientras tengamos la monarquía que tenemos, y hasta que no se cambie, no se va a mover nada.
La rebelión más importante del pueblo es la de la lucha por la República. Y tenemos que reclamar que nos devuelvan la nuestra, la III República, desde la laicidad del Estado, el reparto de la riqueza, la igualdad del hombre y la mujer, la reforma agraria, y por supuesto, el programa del Frente Popular, que es el que hoy necesitamos. No hay alternativa, más que la unión de todas las clases populares. O se afrontan las transformaciones imprescindibles, las revoluciones imprescindibles, o vamos a seguir así medio siglo más.
C.A.J.: ¿Qué hemos hecho mal?
L.F.: En el momento en el que los partidos políticos se reparten las áreas de influencia, y algunos, las arcas del Estado y los grandes beneficios, en ese momento, los movimientos sociales se debilitan o desaparecen. Y no había ninguna repulsa al Régimen.
Si a los dirigentes y activistas, que tienen que estar en la lucha, les das un despacho y una mesa y una silla y a lo mejor un coche en la puerta, pues se acabó la lucha. En vez de ser militantes activos, son funcionarios. Y eso es lo que han hecho.
Otra de las perversiones, que además es contradictoria, fue empezar a dar subvenciones a las organizaciones sociales, como el feminismo, lo que ha sido mortal para el movimiento. Se han apagado los fuegos de lucha a base de unas pequeñas ventajas legislativas. Por ejemplo, la ley de violencia, que es completamente inoperante. Cuando se estaba aprobando, muchas feministas lo dijimos, desde el Partido Feminista y el Partido Feminista de Euskadi. En cuanto el PSOE la adoptó y la aprobó, no sirvió para nada.
Hemos gastado una millonada, que no es suficiente, en juzgados de violencia, jueces, fiscales, unidades forenses, policía especializada, todo poco, porque claro, cuando montas eso, o lo haces bien, o no sirve. Los juzgados están colapsados, falta preparación, y los criterios son machistas. Más del 55% de las denuncias se archivan sin más trámites, y el resultado son las cifras de mujeres asesinadas cada año.
C.A.J.: ¿Qué consideras que se debería hacer para recuperar el feminismo de calle?
L.F.: Mientras las mujeres no estén dispuestas a salir a la calle a defender sus derechos poco se puede hacer, no existe fórmula mágica. De momento, las que podrían ser dirigentes, están sentadas en los sillones del Parlamento. Y ni siquiera, una cosa tan moderada como es la modificación de algunos artículos de la ley de violencia, están dispuestas a apoyarlo. De ningún modo.
C.A.J.: ¿Y qué tiene que pasar?
L.F.: En este caso, pues no sé, que haya más miseria, lo que es muy triste, que las mujeres tengan que empezar a practicarse abortos clandestinos, irse a Londres o morirse de un embarazo mal llevado, o que esta agitación por la situación económica arrastre también a un grupo de mujeres. Pero mientras el movimiento feminista no esté en la calle, ¿qué haremos?
Hay muchísimas movilizaciones en España, pero no somos bastantes en la calle. No somos suficientes, y así, esto no cambia. O agitamos a la gente de los barrios, y la base, o no hay nada que hacer.
C.A.J.: Y en este contexto, ¿qué señalarías como principales amenazas a los derechos de las mujeres?
L.F.: Si nos comparamos con los últimos 30 años, que son la clave, vemos que las mujeres lo han ganado todo. Los trabajadores han ido perdiendo mucho más, los hombres. Ahora empezaremos a perder las mujeres, ahora se van a concretar esos retrocesos. No avanzamos nada, por ejemplo, en la socialización del trabajo doméstico, cuando hace ya 150 años que las feministas reclamaban un reparto colectivo de las tareas. Ahora eso ni pensarlo, es una inversión del Estado que no se va a asumir. Esa es la pérdida de visión, esos grupos feministas pueden tener más o menos influencia y fuerza, pero si no tienen claro lo que reclaman, pues no nos escuchan.
La primera discusión en el seno del movimiento feminista es legalización o no de la prostitución, que ese es un debate horrible, yo no creía que 50 años después se pudiera dar. Y se ha retrocedido muchísimo.
Si tú te pones a favor del poder, vas a tener enseguida ayudas, apoyos, dinero, televisión, etcétera. Si te pones a defender la prostitución te van a apoyar los proxenetas y te van a sacar por televisión todos los días. Y la ideología dominante cala.
En la prostitución, en lo que ha pasado con el aborto, en la violencia, en todo esto, se está perdiendo la ideología, se está perdiendo la línea ideológica que tenemos que mantener.
El feminismo se debe organizar por su cuenta, construyendo alianzas con los hombres, que son imprescindibles, de igual a igual. Y esto con los partidos, con los sindicatos, en muchas organizaciones, porque es un problema de poder. Si no se tiene el criterio feminista, una ideología feminista, y el propósito de enfrentarte con quien sea, no funciona.
Otro retroceso importantísimo que están sufriendo las mujeres es las custodias de los niños. Es el mejor ejemplo de reacción del machismo contra los avances feministas. Esto está pasando en España. Una de las estrategias, aparte de la prostitución y la violencia, está en quitarle derechos a las mujeres que las leyes civiles han garantizado, y está pasando con la custodia compartida y el SAP, que está causando desastres en las vidas de miles de mujeres y niños. Les quitan las custodias a las madres incluso cuando el padre es un maltratador, y esto es producto de la ofensiva machista, porque los padres no quieren pagar las pensiones.
Y una de las principales consecuencias es la feminización de la pobreza, las mujeres cuando se divorcian pierden mucho poder adquisitivo. Familias monoparentales, cuyo nivel de vida se rebaja de manera terrible. A partir del divorcio, la mayor parte de los padres y los maridos no quieren pagar las pensiones. Hay más de medio millón de mujeres que no reciben la pensión. Y esto es causa de un montón de desgracias. Hay muchas asociaciones de madres y en defensa de los niños, a los que no defiende nadie.