Pregón Municipal de Cabezón de la Sal

Por Cristina Serrano

Queridas amigas, queridos amigos, compañeras, compañeros, camaradas, muchas gracias por estar aquí. Y gracias al Alcalde y al esto del consistorio municipal que aprobó mi presencia, a la Presidenta del Parlamento de Cantabria, al Delegado del Gobierno y al Presidente Miguel Revilla, que están presentes hoy aquí, y sobre todo a las compañeras Raquel y Marian que han hecho posible que sea yo la que hoy dicte el pregón de este Día de Cantabria en Cabezón de la Sal. Es un honor que tengo que agradecerles y que constará en mi memoria como un hermoso episodio.

Y qué hermoso que mi primer pregón sea en Cabezón de Sal, este territorio bendecido por diapiro salino antaño explotado, mediante la inyección en él de grandes cantidades de agua que extraían el mineral del subsuelo y que posteriormente se recogía calentándose al fuego para su evaporación y decantación de la sal. La presencia y explotación de este yacimiento evaporítico es uno de los más importantes y antiguos de España. Y yo, que he defendido toda mi vida a las mujeres considero muy simbólico que esté aquí hoy dictando este pregón, porque las mujeres son la sal de la tierra.

Es además esta Cantabria tierra de hombres y mujeres valientes. Enfrentados desde el principio de los siglos al Imperio romano fueron invencibles e irredentos, y más tarde cuando se trató de liberarse del poder feudal, en 1544, el Valle de Cabezón además de otros valles de Asturias de Santillana emprendieron el Pleito de los Nueve Valles, que resolvió que el Rey tendría dominio sobre estos valles frente al abolido dominio señorial. Posteriormente, en 1630 se constituyó la Provincia de los Nueve Valles, antecedente de lo que sería la provincia de Cantabria de 1778.

Es pues lugar adecuado para que las luchas de liberación tengan su asiento, como  bien demostró cuando más recientemente, en 1979, la villa cabezonense volvió a la actividad reivindicativa, está vez para reclamar la autonomía de Cantabria, siendo el primer ayuntamiento de la entonces provincia de Santander que lo pidiera y al que más tarde se le unieron la inmensa mayoría de consistorios cántabros.

Se halla pues esta villa a la cabeza de las luchas del pueblo entre las que el feminismo tiene un lugar privilegiado. Y en este lugar las mujeres cántabras están aquí organizando y defendiendo las reivindicaciones feministas con la misma energía que sus antepasadas.

Esas heroicas mujeres, con otras muchas, que se recogen en el libro de 93 cántabras  ‘Damas ilustres y mujeres dignas’, que agrupa a las más conocidas e importantes para el público en general y a las más sencillas y desconocidas. Un trabajo único en España, con el que el gobierno de Cantabria reivindica a sus mujeres, que en todos los frentes de lucha y de supervivencia hicieron grande, rica e ilustre a esta región.

Santander puerto de Castilla imprescindible para sacar del interior los productos que se exportaban al mundo entero, cuando el imperio vendía a los cinco continentes. Ciudad mártir al terminar la guerra con el incendio que destruyó la ciudad y que ha sabido reconstruirse y reformarse.

Aquí vive mucho tiempo mi tía abuela, la escritora librepensadora y masona, Rosario de Acuña, antes de trasladarse a Gijón donde falleció. Y es una de las más valientes y decididas mujeres de las que tenemos que estar orgullosas.

Cuando se permitió a la mujer estudiar en la Universidad dos muchachas se matricularon en la Facultad de Derecho de Madrid y los compañeros de clase las apedrearon. Rosario escribió entonces un artículo defendiéndolas y como criticó a la Iglesia la procesaron. Tuvo que exiliarse en Portugal.

Carmen de la Vega Montenegro, Ma Luisa Castellanos, la primera mujer que subía a su tribuna. Dolores Cortázar, Margarita Comas, se distinguen por ser las primeras mujeres que en Cantabria demostrarán que pueden ser buenas oradoras.  La tercera década del siglo marca la aparición de nuevos grupos de mujeres en la vida social y cultural de Santander, coincidiendo con la II República. Una de las diputadas que más lucharon por ello, fue la radical Clara Campoamor, una abogada descendiente de familia cántabra. La escritora y folklorista socialista cántabra Matilde de la Torre fue una de las escasas mujeres que llegaron a las Cortes. Será la diputada más votada en Asturias en los dos comicios republicanos en que participó (1933 y 1936) y un gran ejemplo para las mujeres.

Durante la etapa republicana, la actividad de las mujeres despliega sus fuerzas y abre frentes diferentes a los tradicionales de las fiestas benéficas, las veladas artísticas o la festividad de «las modistillas». Para incidir en la formación de las jóvenes, principalmente a través de la sección juvenil del Partido Socialista, liderada por Matilde Zapata, se organizan conferencias destinadas a promover la educación de las mujeres. Y grandes mujeres escribirán en los periódicos durante la Guerra Civil; asunto éste que centrará el contenido del artículo «La intervención de la mujer en la guerra», publicado en El Cantábrico e1 24 de noviembre de 1936.

Son muchas las mujeres cántabras que participan activa y apasionadamente en la defensa de la República y en la Guerra Civil. No solamente las de nombres ilustres que se distinguen en las letras, las artes y la política, sino también las que desde el anonimato, en las zonas rurales y en el trabajo industrial, en los servicios y en la artesanía, toman partido a favor de la República, y más  tarde en la resistencia antifranquista, porque saben que su derrota es la de todas las mujeres.

En Cantabria, como en toda España, las mujeres han luchado por su liberación y por la de todas las clases explotadas. Desde la Transición las cántabras han participado en el movimiento feminista, demostrando con su persistencia y convicciones que las mujeres están a la cabeza de la lucha de todos los movimientos sociales.  Para ellas, y para las compañeras que me han traído hasta aquí,  dedico este pregón,  recordando que durante un siglo las mujeres han aportado su saber, su valor y sus fuerzas a intentar construir un país libre de opresiones y explotaciones, donde ellas sean protagonistas de su propia historia.

Ha llegado pues la hora de que seamos las mujeres, a través del feminismo, las que tomemos un papel protagonista en la tarea de erradicar las opresiones y las explotaciones que se suceden en el mundo y que son causa de las más profundas infelicidades de los seres humanos.

Porque las feministas tienen la obligación de elaborar una ideología que no sólo defienda los intereses de las mujeres sino que plantee también la transformación del mundo. Han de tomar sobre sí el propósito de oponerse a todas las explotaciones, a todas las opresiones, a todas las injusticias.

Las mujeres deben ser las protagonistas de su lucha, como toda clase tiene la responsabilidad de liberarse de sus cadenas. Y no solamente en defensa de sus intereses, sino de los de toda la humanidad. El feminismo es una ideología filosófica, un movimiento social y un programa político. El feminismo es el último de los grandes movimientos liberadores llegados a la escena de los últimos siglos. Es superador de los socialismos que los hombres han defendido en los que tantas veces no han incluido a las mujeres. Porque el feminismo no solamente se ha ocupado de los intereses económicos, sino que elabora los nuevos moldes morales que deben regir las relaciones humanas en los terrenos más personales e íntimos: la familia, la maternidad, la amistad, el amor, la sexualidad. El feminismo es una teoría progresista y liberadora que pone los cimientos del edificio moral que está por construir, para asegurar el pacífico y justo desarrollo humano.

Al mismo tiempo, es imprescindible comprender que el feminismo no es un determinismo biologista, sino una ideología revolucionaria que es preciso construir y asimilar y difundir. No se es feminista por el hecho de ser una hembra preparada para reproducirse, sino por un largo trabajo de concienciación, de estudio, de reflexión, por un sentimiento de rebeldía ante las desigualdades del mundo, por un altruista deseo de reparar las injusticias cometidas y de compensar a las víctimas. Tantas veces sin ser a la vez víctima de ellas.

Lo que nosotras entendemos por feminismo debe hacerse cargo de la liberación de toda la humanidad, de todas las personas. Ese es el objetivo final del feminismo. No es suficiente con reclamar pequeñas mejoras para la vida cotidiana. Mientras no se entienda que el feminismo contiene en su ideología y en su práctica, la denuncia de todas las opresiones y la defensa de todos los oprimidos, no haremos más que una pequeña labor de asistencia social, de la que será beneficiada una muy pequeña parte de mujeres.  Si las feministas no creen que forman parte de un mundo aparte, que debe ser protegido para no contaminarse con los defectos de los restantes individuos, tienen la obligación de preocuparse de todas las miserias que afligen hoy a la humanidad. Y en esta ingente tarea los hombres han de estar al lado de nosotras, compartiendo y siendo compañeros y camaradas solidarios.

Sea pues, esta ocasión magnífica para celebrar las fiestas de Cabezón de la Sal, y del Día de la Región para recordar a los hombres de esta villa que se muestren orgullosos de sus mujeres, que son lo mejor de la ciudad y de su vida. Como la que les alberga, son la sal de la tierra.

Madrid, 1 de agosto 2018.