Por PFE

Por qué el Capitalismo Ama al Movimiento «Woke»

La Revolución Perdida: ¿Cuándo la lucha se volvió una cuestión de símbolos?

El Capital decidió que lo más revolucionario es discutir pronombres mientras se ignora quién posee los medios de producción. En la arena pública, un progresismo obsesionado con la corrección cultural -el llamado movimiento «woke»- se presenta como vanguardia del cambio, pero un análisis materialista y feminista revela su función: es el mejor aliado del capitalismo que dice criticar.

Basta observar la indignación selectiva. Multitudes se movilizan por la inclusión de pronombres en baños públicos, pero guardan un silencio sepulcral sobre la propiedad privada de esos espacios. Se exigen cuotas de diversidad en las juntas directivas del IBEX 35, pero no se cuestiona la existencia de los grandes accionistas y fondos de inversión como propietarios. Se anhela más mujeres CEO, aunque su función siga siendo la explotación laboral. Como advirtió la filósofa María Zambrano, «Se ve bien y claro desde la libertad, única altura desde donde la vista no levanta falsos testimonios». Necesitamos esa altura para ver más allá del barniz inclusivo.

Superestructura vs base material

El divorcio entre símbolo y realidad económica, este progresismo se enfoca en cambiar símbolos, lenguaje y representaciones -la superestructura cultural-, mientras ignora por completo la base material que sostiene la sociedad: las relaciones económicas. El marxismo ilustra que la sociedad es como un edificio. Los cimientos son las relaciones de producción -quién posee qué, quién explota a quién-. Sobre ellos se erige la cultura, las leyes, la política. Y son los cimientos los que determinan la estructura, no al revés.

Movistar+ / Atresplayer es el ejemplo perfecto: producen series con protagonismos diversos y mensajes inclusivos (superestructura), mientras sus modelos de negocio y el de sus matrices se basan en la precarización laboral, los contratos basura en la industria audiovisual y la externalización de servicios (base material). El movimiento «woke» celebra la representación en pantalla, pero no cuestiona la lógica de acumulación tras las cámaras. Así, el discurso progresista se convierte en un maquillaje para relaciones de explotación intactas.

La farsa del cambio en EEUU: demócratas y republicanos, dos caras del mismo Capital

Los demócratas estadounidenses, con el apoyo del donante que promociona la ideología queer, George Soros, han logrado poner en la alcaldía de Nueva York a Zohran Mamdani, de origen ugandés, ascendencia india y primer musulmán, y a dos mujeres como gobernadoras: Abigail Spanberger (exagente de la CIA) en Virginia y Mikie Sherill (expiloto de helicópteros de la Armada) en Nueva Jersey. Asimismo, la candidata demócrata indio-estadounidense Ghazala Hashmi ganó la carrera por la vicegobernación en Virginia. A pesar de presentar programas de corte socialdemócrata que prometen mejoras sociales, figuras como estas son a menudo acusadas de «comunistas» por sectores de la derecha, si bien sus propuestas en ningún momento cuestionan ni pretenden destruir el sistema capitalista que subyace a la explotación de la clase trabajadora.

Lo que presenciamos ciclo tras ciclo electoral en Estados Unidos es el perfecto funcionamiento de lo que Lidia Falcón denominó como «la dictadura del capital disfrazada de democracia formal». La aparente alternancia entre demócratas y republicanos no es más que un teatro cuidadosamente orquestado donde, como ella denunció, «el capitalismo permite elegir el color de las cadenas, pero no romperlas».

La Ingeniería del Consenso Capitalista es el sistema bipartidista que funciona como un mecanismo de contención perfecto:

  • Los republicanos representan el capital desinhibido, sin complejos

  • Los demócratas encarnan el capital «con conciencia», el rostro humano del mismo sistema

  • Ambos operan dentro de los límites infranqueables de la propiedad privada capitalista

Como señala Falcón en sus análisis, «la democracia burguesa es el sistema donde puedes cambiar de administradores, pero los dueños de la empresa siempre permanecen». Esto explica por qué:

  • Las políticas imperialistas continúan intactas

  • El complejo militar-industrial sigue recibiendo financiación récord

  • Los rescates bancarios son bipartidistas

  • La arquitectura fiscal beneficia sistemáticamente al gran capital

El genio del sistema capitalista reside en su capacidad para:

  1. Canibalizar los movimientos sociales convirtiendo sus demandas en plataformas electorales vacías

  2. Crear la ilusión de cambio mediante gestos simbólicos mientras se mantiene intacto el núcleo duro del poder económico

  3. Fragmentar a la clase trabajadora mediante guerras culturales que desvían la atención de la lucha de clases

Falcón lo expresa con crudeza: «Bajo el capitalismo, toda revolución termina convertida en mercancía, toda protesta en espectáculo mediático, y todo revolucionario en aspirante a funcionario»

El sistema está diseñado para que: cualquier crítica radical sea marginada como «extremista», las opciones reales se limiten a variantes del capitalismo, el miedo al «mal mayor» obligue a votar por el «mal menor» y la estructura de poder permanezca inalterable independientemente del resultado electoral

Desde una perspectiva feminista y socialista: «La verdadera liberación no llegará mediante el cambio de administradores del sistema, sino mediante la destrucción del sistema mismo. Mientras el capital controle los medios de producción, seguirá controlando los medios de persuasión, los medios de represión y los medios de decisión política».

La lección es clara: en el capitalismo avanzado, las elecciones no son mecanismos de cambio, sino rituales de legitimación donde«se nos permite elegir el veneno, pero nunca la cura». La auténtica transformación requiere construir poder popular fuera de las instituciones burguesas, porque como Lidia Falcón advirtió: «el capitalismo no se vota, se combate».

Comunismo para élites, libre mercado para trabajadores

Mientras, en la economía real, los capitalistas practican un comunismo para élites, cuando una gran entidad bancaria española está en apuros, exige rescates estatales. Pero si sus trabajadores quieren mejorar convenios, apela al libre mercado y la moderación salarial. Rosa Luxemburgo lo denunció con claridad: «La libertad siempre es y exclusivamente la libertad para el que piensa de manera diferente». Para el capital, la libertad es unidireccional.

La hipocresía alcanza su cénit con las grandes corporaciones. Inditex despliega banderas arcoíris durante el Orgullo y lanza colecciones «concienciadas», mientras su modelo se basa en la explotación laboral en talleres de países subdesarrollados y la producción fast-fashion con una huella ecológica desastrosa. Y lo más perverso es que el progresismo corporativo no solo no lo cuestiona, sino que lo celebra. Se felicita por un directorio diverso en Santander, pero no investiga cómo esa misma entidad especula con la vivienda y se enriquece con las cláusulas suelo que ahogan a las familias.

La resistencia como mercancía: cuando el capitalismo absorbe toda crítica

El capitalismo ha descubierto su golpe de genio: puede absorber cualquier crítica cultural y convertirla en un nicho de mercado. El feminismo se vende como empoderamiento consumista; el antiracismo, como talleres de diversidad; los derechos LGB, como mercancía del «Orgullo». Todo, incluso la resistencia, se vuelve comprable. Mientras, la concentración de riqueza se intensifica, los salarios se estancan y la precariedad se globaliza. El sistema no discrimina en la explotación: oprime por igual a trabajadores de todos los sexos, países y orientaciones. La igualdad que ofrece es la igualdad ante la explotación.

El activismo se convierte en estilo de vida. El capitalismo convirtió la rebeldía en un estilo de vida. Si te preocupa el clima, compra productos eco-friendly de supermercados que destruyen el pequeño comercio; si quieres justicia racial, consume marcas «con conciencia» propiedad de los mismos fondos buitre. La solución siempre es individual, nunca colectiva. El resultado: mientras se debate el lenguaje inclusivo, se reprime a la clase trabajador mientras las farmacéuticas especulan con medicamentos vitales.

La energía revolucionaria malgastada en batallas culturales. Esta energía, que debería dirigirse a transformar las estructuras económicas, se disipa en batallas culturales microscópicas. Es la estrategia definitiva del «divide y vencerás», donde las oprimidas se dividen solas. Dolores Ibárruri, «Pasionaria», nos legó una advertencia: «Los que no pueden luchar por el futuro, no merecen vivirlo». Y luchar por el futuro exige ir a la raíz.

Falsa conciencia woke: la fragmentación de la clase obrera

¿Por qué ocurre esto? Marx lo identificó hace más de un siglo: es la «falsa conciencia». Las personas internalizan ideas contrarias a sus intereses de clase. El «wokeismo» es su forma contemporánea: cree ser revolucionario, pero es funcional al sistema. La clase dominante fractura la solidaridad obrera, reemplazando la conciencia de clase por identidades en competencia. El movimiento 15M es un caso de estudio: comenzó como un grito del 99% contra el 1%, y fue fragmentado en mil luchas identitarias desconectadas de la base material.

El mandato del capital: «peleen por representación, no por la propiedad». Como escribió Marx en “La ideología alemana”, «las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época». Hoy, el mensaje es claro: «Peleen entre ustedes por representación, pero no toquen la propiedad privada de los medios de producción».

La opresión es rentable. El «wokeismo» la convierte en un problema de sesgos individuales, solucionable con capacitaciones. Así, Mango da cursos antiracistas mientras explota a trabajadoras migrantes en talleres de Portugal; Ikea hace campañas feministas mientras emplea mujeres con condiciones laborales abusivas en sus naves de logística. La opresión se vuelve cosmética.

Este falso progresismo carece de internacionalismo. Le preocupan las minorías en países ricos, pero ignora a las mayorías explotadas del Sur Global. Se moviliza por el techo de cristal en una multinacional española del sector energético, pero no por el trabajo infantil en las minas de cobalto del Congo que alimentan los dispositivos de sus ejecutivos.

Integrar las luchas, no abandonarlas: del identitarismo a la conciencia de clase

¿Significa esto abandonar las luchas contra el clasismo, el machismo o la homofobia? En absoluto. Significa integrarlas en un proyecto que no separe lo cultural de lo económico. Porque todas las opresiones tienen una raíz común en la explotación de clase. El clasismo divide a los trabajadores para debilitarlos; el machismo garantiza trabajo reproductivo gratuito. Alexandra Kollontai denunció esta lógica y abogó porque «el cuidado de los niños debe ser responsabilidad de la sociedad en su conjunto, no una carga que recaiga solo sobre la mujer», una socialización de los cuidados que el capitalismo sabotea para externalizar sus costes y mantener su ejercito de mano de obra barata.

Interpretar el mundo vs transformarlo: la elección definitiva

El verdadero progresismo debe ser materialista. Debe entender que no habrá justicia real sin cambiar un sistema que necesita poblaciones descartables. Federica Montseny lo resumió al afirmar que «La revolución no es solo cuestión de fábricas y campos, es también una revolución interior, moral, de las costumbres». Pero una revolución moral que no altere las bases económicas es pura performance.

Marx escribió que «los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo, de lo que se trata es de transformarlo». El progresismo «woke» interpreta muy bien el mundo, pero canaliza toda su energía hacia cambios que no alteran los cimientos. La verdadera transformación exige socializar los medios de producción y redistribuir la riqueza radicalmente. Todo lo demás es decoración.

El capitalismo te dará toda la diversidad cultural que desees, con tal de que preserves su diversidad más sagrada: la que existe entre explotadores y explotados.

Partido Feminista de España

Visita nuestro canal de YouTube y visualiza los vídeos del PFE ¡Te animamos a que saques el máximo provecho de esta experiencia y te sumerjas en el conocimiento del Partido Feminista de España!

Te invitamos a explorar todos nuestros comunicados y acercarte a nuestra propuesta política. ¡Gracias por tu interés!

Lidia Falcón O’Neill es autora de numerosos artículos, que pueden consultarse en la siguiente dirección