La Unión Europea cómplice necesario del genocidio palestino
Es inaceptable que el exterminio de la población gazatí sea observado con indiferencia por las naciones democráticas que forman la Unión Europea, sin que se produzca ninguna reacción de condena contra el gobierno de Israel por parte de la mayoría de los gobernantes de los países que la forman, ni se tomen medidas sancionadoras contra aquel por parte de la Unión, como se ha hecho contra otras naciones que mantenían el apartheid de una parte de la población como Sudáfrica, o contra Rusia después de la invasión de Ucrania.
El silencio y la pasividad de la mayoría de los veintisiete países de la UE ante los crímenes que comete diariamente el ejército israelí en los territorios ocupados de Palestina, excepto las moderadas críticas de España, Irlanda y Eslovenia, son incompatibles con gobiernos democráticos como los que presumen ser los de los países miembros de la Unión. Solamente el desprecio por los derechos humanos de los palestinos que muestran los dirigentes europeos puede compararse con la indiferencia que mostraron en el siglo XX respecto al Holocausto nazi y que permitió que durante trece años el régimen hitleriano asesinara a millones de personas sin respuesta del resto de la comunidad internacional.
La conducta actual de los dirigentes políticos de los países miembros de la Unión Europea sólo puede compararse a la que sostuvieron esas mismas naciones con la II República española, después de haber montado el llamado Comité de No Intervención que significó negarle toda ayuda militar y económica al gobierno de la república asediado por las tropas golpistas comandadas por Francisco Franco, que recibía el apoyo de Hitler y Mussolini, cuyos ejércitos invadieron España y bombardearon sus principales ciudades, sin reproche alguno del resto de los países democráticos ni de la Sociedad de Naciones, creada al terminar la I Guerra Mundial, con el hipócrita propósito de evitar otra conflagración mundial y defender a las naciones asediadas por el nazismo y el fascismo internacionales.
Que la misma situación se reproduzca ochenta años después, al amparo de la ONU, club de complicidad y apoyo de los sionistas contra el pueblo palestino, era inimaginable durante el siglo XX transcurrido en este interregno. Y sobre todo es la vergüenza de este siglo XXI, cuyos países se califican de democráticos y que ni siquiera se atreven a anular el tratado de asociación comercial con Israel, mientras sus bombas destrozan las casas de la población civil, los hospitales, las escuelas, las carreteras, destruyendo ciudades y pueblos, y suman seiscientas mil víctimas mortales en los dos años de ataques israelíes. A la masacre bélica hay que añadir el cerco por hambre sólo semejante a los que se produjeron en la Edad Media.
Si la Comisión Europea no toma determinación alguna contra Israel respecto a la masacre palestina, los dirigentes de la misma deben ser denunciados ante el tribunal de Justicia Internacional como cómplices necesarios. Sin el silencio y el apoyo, incluso militar, de los países europeos a Israel no hubiera sido posible que la tragedia palestina se prolongara durante dos años.
Es algo consolador que en Madrid la sociedad civil reaccionara impidiendo la realización de la Vuelta ciclista a España. Pero, ¿dónde están los sindicatos españoles que no han declarado ya huelga general en todo el país? Y, ¿dónde están la sociedad y los sindicatos europeos que no han parado totalmente las actividades económicas, laborales, sociales, educativas, culturales, para parar el holocausto palestino?
Cuando dentro de un siglo los historiadores reconstruyan, verazmente, los acontecimientos actuales, nuestros descendientes tendrán que preguntarse qué hicieron sus padres mientras Israel arrasaba Palestina con el consentimiento de todos los dirigentes del continente más avanzado, democrático y defensor de la libertad y la igualdad del mundo.
Como nos preguntamos los hijos de los vencidos en la Guerra Civil española, ¿cómo pudieron abandonar a nuestros padres los gobernantes del Reino Unido y de Francia, de Bélgica, de Holanda, algunos de los cuales presumían incluso de socialistas, mientras las bombas alemanas e italianas caían sobre Madrid y Barcelona y Valencia y Bilbao, sin que la República tuviera fuerza aérea para impedirlo.
El Comité de No Intervención tuvo su sede en Londres y llegó a estar integrado por veintisiete países, encabezados por Francia y el Reino Unido. También formaron parte del comité la Italia fascista, la Alemania nazi y la Unión Soviética (URSS). Sin embargo, Alemania e Italia no respetaron el acuerdo y apoyaron militarmente al bando sublevado en la guerra civil, mientras que la Unión Soviética apoyó al bando republicano.
Veintisiete países son también los que forman la Unión Europea hoy y como en 1936 no darán cuenta tampoco de su conducta criminal, cómplice del genocidio palestino.
Únicamente los movimientos de masas pueden paralizar el exterminio de los gazatíes, únicamente la acción organizada y solidaria de los trabajadores, las feministas, el movimiento estudiantil, los partidos políticos de izquierda, todas las buenas personas que todavía existen en nuestro planeta, pueden impedir que los propósitos exterminadores de Israel concluyan con éxito el genocidio de Gaza. ¿Estamos dispuestos a ello?
Madird, 18 septiembre 2025.
Lidia Falcón – Presidenta del Partido Feminista de España
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Lidia Falcón O’Neill es autora de numerosos artículos, que pueden consultarse en la siguiente dirección