Por PFE

Hundir el capitalismo

Un tuit de Abascal contra el Open Arms desató la enésima tormenta de ruido: aplausos fascistas y reproches moralistas. Pero detrás de la polémica hay un problema más hondo: el capitalismo sigue funcionando con la misma lógica que los viejos barcos negreros.

El barco Open Arms, dedicado desde hace años a rescatar vidas en el Mediterráneo, ha vuelto a estar en el centro de la polémica. No por su actividad humanitaria, sino por el mensaje lanzado en X por Santiago Abascal, que lo calificó de “barco de negreros” y reclamó “confiscarlo y HUNDIRLO”. Sus acólitos aplaudieron la bravata como si fuera un acto de valentía, mientras la izquierda domesticada se limitó a rasgarse las vestiduras con comunicados de condena. Mucha indignación, sí, pero echamos de menos un análisis materialista y en profundidad del asunto, que es lo que vamos a intentar aquí: comprender por qué este sistema necesita cadáveres en el mar y esclavos en tierra.

La frase de Abascal, más allá de su zafiedad, revela la obscenidad de nuestro tiempo: que existan barcos de rescate es la prueba de que seguimos viviendo en un sistema que se alimenta de la miseria de los pueblos. El capitalismo nació sobre la sangre y las cadenas del esclavismo. La acumulación originaria que dio lugar a la industrialización europea se amasó en las bodegas de los barcos negreros, con millones de africanos encadenados, vendidos como mercancía humana para trabajar como bestias en plantaciones de caña, algodón o tabaco. Sus cuerpos fueron la primera gran materia prima del mercado mundial.

Hoy, esa lógica no ha desaparecido, solo se ha transformado. Libia, tras la destrucción planificada y ejecutada por la mayor organización terrorista y criminal mundial, que es la OTAN, se ha convertido en el mayor mercado de esclavos del siglo XXI. Allí se compran y venden hombres, mujeres y niñas con la misma impunidad con la que hace siglos se subastaban africanos en las costas atlánticas. Muchas mujeres y niñas han sido ya violadas en el éxodo, convertidas en botín de guerra, y después revendidas como esclavas sexuales, destinadas a la prostitución en Europa.

En este recorrido, las mafias cumplen el papel que antes tuvieron los cazadores de esclavos. Ellos arrasaban aldeas y vendían cuerpos a los traficantes europeos; hoy son las redes criminales que cobran por meter en pateras a quienes han sido expulsados de sus tierras por el hambre, las guerras neocoloniales y el saqueo occidental. Y una vez lanzados al mar, los barcos de rescate los recogen.

Las ONGs no son culpables ni esclavistas, pero sí cumplen, con todas sus contradicciones, una función similar a la de aquellos barcos: trasladar la mercancía humana que el sistema necesita en cada etapa histórica. Antes eran brazos para cortar caña; hoy son migrantes para limpiar casas, recoger frutas, cuidar ancianos o trabajar en la construcción por salarios de miseria. Los barcos no son la causa del mal, pero son el espejo en el que se refleja su continuidad.

El negocio es perfecto. El imperialismo occidental expolia, destruye y expulsa poblaciones enteras de sus territorios. Las mafias convierten ese sufrimiento en negocio. Las ONGs salvan vidas, pero al mismo tiempo hacen que la tragedia sea digerible para la conciencia europea. El capital absorbe esa mano de obra y la utiliza como ejército laboral de reserva para disciplinar a toda la clase trabajadora, presionando los salarios a la baja. Son “el ejército de reserva de trabajadores”, como decía Marx.Y la extrema derecha, con su cinismo habitual, convierte a las víctimas en culpables de los males de una sociedad decadente. Todo encaja a la perfección en el esquema diabólico del capitalismo.

Las mujeres y las niñas, como siempre, pagan el precio más alto. En su tránsito son violadas sistemáticamente, traficadas en Libia y revendidas como esclavas sexuales. Y si logran llegar a Europa, entran en el eslabón más bajo de la explotación: prostitución, servicio doméstico precarizado, cuidado de nuestros mayores por sueldos indignos. Todo ello para que las mujeres europeas podamos incorporarnos al mercado laboral —también precarizadas— y mantener la ilusión de pertenecer a una clase media que en realidad no existe. Somos esclavas de otro nivel, alienadas, convencidas de que la libertad consiste en sobrevivir a costa de otras más pobres.

El capital gana siempre: crea el éxodo, trafica con el dolor, lo recicla en mano de obra barata y lo convierte en un arma contra los propios trabajadores. La extrema derecha pone la guinda señalando a las víctimas como invasores, y la izquierda institucional se limita a financiar barcos de rescate, como si la caridad pudiera sustituir a la justicia.

Pero el tiempo de los parches se ha acabado. Este sistema en descomposición solo puede ofrecer más guerras, más esclavitud y más fosas comunes en el Mediterráneo. Frente a la barbarie, no basta con la compasión. Necesitamos la ruptura radical: la revolución. No queremos hundir un barco, queremos hundir el capitalismo que lo hace necesario. No queremos rescatar cadáveres, queremos rescatar la vida. Y para eso no sirven ni las lágrimas, ni los discursos bienintencionados, ni las limosnas neoliberales: hace falta organizar la lucha internacionalista, unir a los pueblos, expropiar a los saqueadores y derribar las fronteras del capital.

Que Abascal sueñe con hundir el Open Arms. Nosotras soñamos con hundir el sistema que expulsa seres humanos de sus tierras, para explotar sus recursos, que convierte a las mujeres en esclavas sexuales o cuidadoras invisibles, que necesita ejércitos de pobres para sostener la opulencia de los ricos. Ese sistema se llama capitalismo. Y nuestra tarea histórica, es destruirlo.

Porque ya es hora de dejar de rescatar náufragos para empezar a rescatar la humanidad. Ya es hora de que los barcos dejen de transportar esclavos modernos y de que los mares dejen de ser cementerios. Y solo hay una manera: revolución, internacionalismo y lucha de clases sin tregua.

Que no se confundan: no queremos hundir un barco. Queremos hundir el capitalismo, antes de que él nos hunda a todas.

Lidia Falcón – Presidenta del Partido Feminista de España

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Lidia Falcón O’Neill es autora de numerosos artículos, que pueden consultarse en la siguiente dirección