Por Partido Feminista

Lo rentable de ser fascista

La abundancia de elogios que llenan las crónicas y los obituarios dedicados a Mario Vargas Llosa, desde todas las tendencias políticas -que no se diga de ningún medio que el sectarismo le impide reconocer el mérito del mejor escritor y literato del siglo XX,-diríase que se dedican no sólo al escritor sino a un excelso pensador, defensor de todas las virtudes de la democracia, que hubiera dedicado su tiempo y esfuerzo en cumplir la utopía de la igualdad y la solidaridad por las que dejaron la vida las generaciones que nos precedieron.  

Y no dejo de reconocer que el autor de “La ciudad y los perros” y “Conversación en la Catedral” cautivó mi juventud y se convirtió en el inspirador de una literatura comprometida en tiempos turbulentos. Con Vargas Llosa, los que queríamos plasmar a través de las palabras la denuncia de los horrores que el siglo XX asolaron el planeta y ser inspiradores de aquellos que en uno y otro continente invertían sus fuerzas en transformar el mundo como pedía Marx, nos sentimos apoyados por el excelso escritor que nos inspiraba y protegía.

Recibíamos “La Guerra del fin del Mundo” como una elegía a la lucha revolucionaria que tanto necesitábamos, y así incluso con “La fiesta del Chivo” creíamos ingenuos, que Mario representaba el ejemplo del intelectual comprometido con las buenas causas de los que no dejaban la trinchera en la que resistíamos contra los monstruos fascistas desde la II Guerra Mundial. Y, de pronto, no me di cuenta de cuando, aquel joven agitador de masas que me inspiró con una arenga exigiendo del escritor su entrega constante a la denuncia de los males que nos traían políticos que mantenían el voraz sistema de los poderosos de la tierra, estaba haciendo la defensa incondicional de las burguesías que en su continente esquilmaban los pueblos, destruían el ecosistema planetario, y perseguían a todo progresista que condenaban aplicándole el infamante calificativo de comunista. Y en muy pocos años se hizo el culto y elegante representante del capitalismo más depredador, mientras cada día nos obsequiaba con declaraciones y comentarios contra el gobierno cubano, aseguraba que ni Cuba ni Nicaragua ni Venezuela sufrían el acoso, el sabotaje, el bloqueo continuo con los que el Departamento de Estado de EEUU hundía a los países que se atrevían a desafiar las órdenes del imperialismo.

Vargas Llosa se presentaba para presidente de su país como el representante del capitalismo liberal, blanqueado de democracia, que podía vencer la epidemia comunista que nos hundía en los males conocidos del sovietismo que pretendía el reparto de la riqueza en vez apoyar la libre competencia, que censuraba la libre expresión que con tanto respeto permitía a los países democráticos introducir las ideologías del capitalismo que había ganado las últimas guerras, invasiones, apropiaciones, rapiñas y dictaduras. En Guatemala, en Chile, en Argentina, en Uruguay, en Nicaragua, en Irak, en Libia, y ser vehículo de defensa del sionismo y del genocidio de Palestina. De uno a otro confín, en América del Norte y del Sur, en las desgraciadas España y Grecia, con el bombardeo y la destrucción de Yugoeslavia, la escisión de Checoeslovaquia, la perversión de Bulgaria, Rumania, Ucrania,  en la huida de las tropas occidentales de Afganistán, con el acoso a Vietnam, a Corea del Norte, a los movimientos de liberación de Ghana, Guinea, Angola, Mozambique, con la persecución y asesinato de El Gadhafi en Libia, de Sadam Hussein en Irak, de El Assad en Siria,  con la estimable complicidad de los aliados turcos y saudíes. Y la inestimable colaboración de los “democráticos” veintisiete países que han montado la Unión Europea, bajo las instrucciones precisas del imperio estadounidense, a fin de que sean fieles vasallos defensores de sus intereses.

Nunca los crímenes capitalistas tuvieron tan refinada defensa como la prosa de Mario Vargas Llosa. De aquel valiente y descarado propagandista de la lucha de los pueblos en los años sesenta y setenta del siglo XX, pasó a ser el mejor embaucador convencido de las virtudes del mundo capitalista e imperialista.

Del agitador de las luchas socialistas pasó a convertirse en el publicista más culto de los planes de invasión, expolio y provocación de las guerras imperialistas que están exterminando a los pueblos de Ucrania, Sudán, Yemen, República del Congo, para robarles las materias primas hoy tan codiciadas por las modernas tecnologías, para hacer cada vez más fuerte la Internacional fascista que gobierna ya en Italia, Portugal, Bélgica, Noruega, Holanda, y pronto será en Francia y Alemania, victoriosa, amparada y protegida por el que se ha proclamado gendarme del mundo en los Estados Unidos de América del Norte.

Y cuando Vargas Llosa se convirtió en el hábil vocero defensor de la codicia capitalista y la depredación de países y continentes enteros, se le otorgó el Premio Nobel de Literatura y después el Cervantes español, porque no hay premios de mayor prestigio, y los elogios y las adulaciones cubren hoy las páginas de los periódicos, provenientes incluso de aquellos que creíamos al menos progresistas, se reproducen en las tertulias televisadas y son un himno de la Academia Sueca, que admira no solo su prosa sino también su inquebrantable defensa de las democracias liberales.

Porque, remedando a Tapies, es indudable que “hoy no hay nada más rentable que defender el fascismo”.

Madrid, 20 de abril de 2025.     

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Lidia Falcón O’Neill es autora de numerosos artículos, que pueden consultarse en la siguiente dirección